Dado que
la producción de obras artísticas etruscas se llevó a cabo en el
transcurso de muchos siglos, resulta lógico que las piezas
muestren una profunda evolución en el estilo y en la técnica. Pero, así como en el arte griego y romano existe una
cierta continuidad de inspiración y forma, en el arte etrusco, en cambio, no sólo nos damos cuenta de una serie de
numerosos y profundos cambios, sino también de una
desigualdad que a primera vista resulta sorprendente.
Esto ha dado pie a gran número de opiniones diametralm ente opuestas.
En 1889 el investigador francés Martha escribió en un manual de arte etrusco que aún es útil
a pesar de su antigüedad: «El arte etrusco tuvo la gran
desgracia de no haber tenido tiempo para formarse a sí
mismo».
Algunos críticos modernos, que reconocen validez a esta drástica afirmación, afirman que el arte etrusco careció por completo de originalidad; es, dicen, puramente provinciano y un simple reflejo del arte griego, su
modelo.
Una opinión opuesta, no menos absoluta, encuentra asimismo apoyo entre gran número de investigadores
que sustentan la teoría de que el arte etrusco tiene características únicas y que es autóctono.
El punto de vista de
cada uno de los dos bandos es extremo y, por tanto, parcialmente falso. La verdad, como suele suceder, radica en
una visión más sutil del problema.
Sin duda el arte etrusco recibió de forma fructífera y constante la influencia de
los artistas de la Hélade y de la Magna Grecia, y su historia sólo puede comprenderse si se toman en cuenta la
existencia y la profunda influencia de los modelos helénicos.
Pero, a su vez, no es una servil imitación carente de
personalidad. El arte etrusco muestra una serie de tendencias, de dones y un espíritu que testimonia el éxito del
primer pueblo en desarrollar una civilización digna de
este nombre en la Toscana.
Por consiguiente, podemos hablar en justicia de un arte
etrusco, siempre y cuando no lo consideremos como una
entidad, fuera del tiempo y del espacio.
La inspiración de los talleres etruscos varió
enormemente de período a período y de lugar a lugar.
Los artistas reaccionaron de forma diferente a las influencias externas del Cercano Oriente y de Grecia según el
siglo en que vivieron y la ciudad en que habitaron.
El particularismo de las ciudades etruscas no se manifestó sólo en la esfera política, sino también en el campo
artístico.
En determinado lugar los artistas se especializaron en estatuaria; en otro, prefirieron la técnica del bajorrelieve y del fresco. Y lo que es aun más im portante, la
evolución de las técnicas y estilos no siguió una línea recta en Etruria como un todo.
Hubo diferentes movimientos, hubo innovaciones asombrosas, seguidas de prolongados períodos de estancamiento y de retroceso de las técnicas que variaban de reino a reino
La Toscana meridional siempre fue más permeable a la influencia de los
modelos griegos que la septentrional y el interior del país.
De esto se infiere que existieron grandes diferencias entre
las varias zonas artísticas; debe tomarse en cuenta este
hecho cuando se intente fechar una obra de arte etrusco.
Un punto de vista histórico de esta naturaleza, condición sine qua non para emitir un juicio equilibrado, debe,
antes que nada, estudiar los auténticos orígenes del arte
etrusco; es decir, las curiosas producciones de la primera
Edad del Hierro a las que generalmente se designan con
el nombre Villanovanas.
Los talleres etruscos, que empezaron a mostrarse activos a partir del siglo VII a.C, no carecieron
de precedentes artísticos.
Cualquiera que haya tomado parte en unas excavaciones en la Toscana habrá observado
sin duda que no existe un auténtico bache entre la producción de los siglos VIII y VII.
El arte Villanovano es geométrico en cuanto a la inspiración.
Vasos de bronce o de
arcilla, armas y fibulas están todos ellos decorados con
motivos simples y m onótonos: cuadrados, triángulos, esvásticas, círculos y líneas cruzadas.
Las figuras humanas
y de animales aparecen sólo en un período tardío y en una
forma primitiva y esquemática.
Las esculturas en piedra
son raras, pero muestran complejas influencias del mundo
egeo.



Desde el siglo VII en adelante, la auténtica producción
artística etrusca brilla en todo su esplendor.
Las grandes
tumbas del siglo VII especialmente la Regolini-Galassi en
Cerveteri, así como las suntuosas tumbas de Preneste, contienen muchas obras de orfebrería y marfiles labrados.
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Reconstrucción virtual de la tumba Regolini |
La
grandeza de los primeros piratas del mar Tirreno puede
deducirse de la increíble profusion de joyas deliciosamente trabajadas que ofrecieron como regalo a sus muertos.

El período precedente aún está presente en la decoración
y en la ornamentación, en la tendencia al esquematismo
y en el característico dibujo geométrico, pero ya aparece
el primer intento de un naturalismo popular mezclado con
un virtuosismo que es puramente oriental en la forma. Innumerables logros en las Artes Menores situaron a los artistas etruscos en lugar preponderante entre los talleres
del M editerráneo occidental.
El arte etrusco jamás brilló
a tan gran altura como en el período arcaico que finalizó
con la expulsión de los tiranos etruscos de Roma.
A r q u it e c t u r a
Los etruscos tuvieron fama en la antigüedad de excelentes arquitectos e ingenieros.
Roma les atribuyó la invención del atrium, de los desagües y de la planificación de
una ciudad.
Los arquitectos romanos debieron mucho a la
información que obtuvieron de los modelos de sus predecesores toscanos.
En la actualidad quedan muy pocos restos de su intensa actividad constructora.
De las antiguas
ciudades sólo quedan los vestigios de las poderosas murallas exteriores que mantenían alejado al enemigo, los fundamentos de los santuarios y las escasas ruinas de las viviendas.
Pero la arquitectura funeraria facilita una variada información sobre la forma de las casas que han desaparecido.
Las ciudades etruscas jamás fueron construidas en los
valles o en la llanura. Se levantaban sobre escarpadas mesetas o sobre colinas de fácil defensa; las ciudades modernas que las han sucedido aún tienen el aspecto de un nido
de águila suspendido en la parte alta de la montaña y dominando la cercana campiña.
A fin de estar más protegidos los etruscos construyeron poderosas murallas cuyo
trazado seguía muy de cerca los contornos de la ciudad.
Tienen una considerable longitud y a menudo alcanzan
nueve kilómetros y medio. Esto da una idea de la extensión del área habitada. Las murallas ofrecen un aspecto
masivo, que nos recuerda el poderío de la civilización desaparecida. En su construcción no intervino el cemento;
grandes bloques de piedra del país, generalmente tufa volcánica, se presentan colocados uno encima de otro siguiendo un plano regular. Sus medidas y la forma de sus
superficies, poligonal o rectangular, están condicionadas
por la clase del m aterial y su resistencia.
Las murallas
etruscas de Perugia, restauradas en ciertos lugares en tiempos modernos, nos asombran por su aspecto monumental.

Una serie de puertas cuidadosamente distribuidas daban acceso al interior de la ciudad. Las puertas eran arcos enormes, decorados con esculturas en relieve.
Hoy en
día han desaparecido casi todas; sin embargo, la Porta
dell’ Arco de Volterra y las puertas de Martia y Augusto
en Perugia forman parte de los restos arquitectónicos más
hermosos en territorio italiano.


El arco y la bóveda fueron
constantem ente utilizados en la Toscana; esto hizo que
los arquitectos locales realizaran construcciones de una
magnitud tal que la construcción lineal de los griegos
jam ás hubiese permitido.
En fecha muy antigua, Roma heredó los principios esenciales de la técnica etrusca; y ahí radica el origen y explicación del carácter monumental de la arquitectura romana.
Cada ciudad tenía varios santuarios en los cuales se
adoraba a los dioses.
Reconstrucción templo etrusco, según descripción Vitrubio |
El templo descansaba sobre una base
eleveda, o podium, y tenía sólo una entrada por uno de
los extremos. Consistía en tres cámaras paralelas y contiguas que protegían las estatuas de las divinidades; en la
parte delantera había un pórtico que se sustentaba en dos
filas de columnas.
Su aspecto era masivo y achaparrado,
ya que la anchura igualaba a la longitud.
Debido a la frágil naturaleza de los materiales utilizados, quedan muy pocos restos de los antiguos templos
etruscos.
A pesar de que el podium y los fundamentos eran
de piedra, toda la superestructura estaba hecha de m adera
o de ladrillos y por esta razón han desaparecido. Todo
lo que queda, unos cuantos ejemplos afortunados, son las
hiladas inferiores de las paredes que trazan el contorno
del santuario.
Las excavaciones han sacado a la luz un
gran número de elementos decorativos en terracota que cubrían y decoraban las partes de madera del entablamento y de la fachada.

Una serie de antefijas ocultaban los extremos de las vigas; la parte alta del edificio estaba decorada con frisos.
En ocasiones, como en el caso del gran
templo de Veii, estatuas del tamaño natural adornaban el
techo y sus formas se recortaban en el cielo.

Todos esos adornos de terracota formaban una decoración plástica que daba al templo etrusco un aspecto muy
animado y vivo.
Las antefijas, frisos y estatuas aparecían
pintados con colores alegres y la brillante luz del cielo
etrusco hacía resaltar, sin duda alguna, la rica gama de
su colorido.
Sabíamos muy poco sobre la arquitectura doméstica
etrusca si no fuera por las urnas funerarias y los exvoto
en forma de casas, o por las tumbas que reproducen fielmente el aspecto de las viviendas.
Las investigaciones realizadas en este campo, han descubierto unos pocos restos de las casas privadas de los aristócratas etruscos.
Sin
embargo, las ruinas encontradas en Marzabotto, una pequeña ciudad etrusca que sólo dista veinticuatro kilómetros de Bolonia, han dejado visible el plano de los bosques
de casas y el de las calles.

El trazado de estas últimas es
muy regular y parece un tablero de ajedrez.
Las viviendas
son modestas.
No se han encontrado restos que confirmen
la existencia del atrium, la habitación central en la casa
etrusca que los romanos copiaron de ellos.
En este punto el arte funerario viene en ayuda de los
investigadores.
En Etruria las tumbas reproducen la estructura de las casas que ya hace tiempo se derrumbaron.
La documentación sobre este particular es muy abundante. Siglos se excavaciones, llevadas a cabo por afán de lucro
o por amor al saber, no han conseguido agotar la riqueza del subsuelo toscano.
Debemos recordar que alrededor de
las grandes ciudades se levantaba la necrópolis que fue
creciendo en el transcurso de cientos de años.
El tabú que
regía para los lugares de entierro prohibía de forma terminante la destrucción de cualquier parte de las construcciones funerarias del pasado.
Ésa es la razón de que las
necrópolis más grandes descubiertas hasta la fecha sean
sólo una pequeña parte de lo que yace enterrado.
Desde el siglo VII a. C. en
adelante, adoptó la forma de una habitación.
Alrededor de
la misma hay una serie de lechos en los cuales se depositaba al muerto.
Posteriormente la tumba se hace mayor,
aumenta el número de habitaciones hasta el punto de que
nos encontramos con casas enteras excavadas en la tufa
de las colinas volcánicas.
Hasta el año 400 la tumba guarda unas dimensiones razonables, ya que sólo tiene qué
albergar a la familia, en el sentido estricto de la palabra,
esto es, el cabeza de familia y sus parientes inmediatos,
la esposa y la hija.
Desde el siglo IV en adelante, la concepción se modifica y la tumba posee capacidad para veinte o
treinta personas, o sea toda la gens.
Un poco más tarde
los sepulcros se hacen gigantescos; los corredores que conducen al interior de determinadas tumbas, como el de la
tumba François en Vulci, tienen una longitud de veintisiete m etros y parece como si penetrasen en las entrañas de la
tierra.

En todos los períodos, se tiene mucho cuidado en hacer
el trazado de las tumbas según el de las casas de los vivos
y se presta también mucha atención a la elegancia arquitectónica. El techo aparece fielmente reproducido y podemos imaginarnos el complicado sistem a de vigas. Los m arcos de las puertas que comunican las habitaciones están
muy bien trabajados. En todas partes admiramos la elegancia de la línea arquitectónica y en este aspecto las tum
bas hacen gala de una gran belleza geométrica que está
de acuerdo con el gusto moderno por un arte sobrio, sin
decoración recargada.
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