Inmediatamente después de terminar la Segunda Guerra Púnica, el gobierno romano había sido reafirmado en las manos de la nobleza senatorial. Durante un periodo corto de tiempo existió cierta calma y armonía en este grupo, pero pronto empezaron las disensiones. Lo que se conoce como «solidaridad de clase» empezó a resquebrajarse ante el poder casi absoluto de los senadores. Tarde o temprano, la lucha entre los distintos bandos del senado iba a desarrollarse a cualquier precio, incluida la crudelitas, acabar con el adversario cueste lo que cueste.
La crisis no va a ser solo en Roma, sino en las provincias, que prácticamente acaban de ser creadas. Sicilia y Cerdeña son constituidas tras la Primera Guerra Púnica, luego se sumará Hispania (197 a.C.), Macedonia (148 a.C.) y África (146 a.C.).
En las provincias había gobernadores que debían, evidentemente, someterse a los designios del senado romano. Por lo tanto, la magistratura era anual y colegiada.
Sin embargo, esto fallará cuanto más se extienda el imperialismo romano, sus tentáculos eran más largos, pero también más frágiles. Los gobernadores quedaban libres de los mecanismos que evitaban el abuso de poder, ya que Roma aun no había cambiado su mentalidad de ciudad-estado. Para solventar esto se crearon tribunales que trataran de evitar las extorsiones de los altos cargos, sin embargo no lo conseguirían, puesto que se convertirían en meras herramientas de ataque entre los grupos políticos enfrentados.
La crisis no solo ocurre fuera de la península, sino que también existen ciclos migratorios en Italia que van a ser un auténtico quebradero de cabeza para las ciudades socias de Roma y para la propia ciudad eterna. En un principio la ciudad necesitaba población así que la ciudadanía era muy fácil de obtener para los migrantes. Sin embargo, las ciudades emisoras de población se veían acuciadas por un gran problema: tenían que cumplir cuotas fijas para el ejército romano. Así, los socii romanos se vieron ahogados por la falta de población cada vez más alarmante. La solución fue simple, los itálicos debían tener permiso de su ciudad para emigrar. Sin embargo, la semilla de la discordia ya estaba latente y las ciudades iban a desear mayor autonomía ya que estaban a medio camino entre la integración y la independencia.
Otro de los grandes problemas de Roma es su ejército. Si un siglo antes había sido su mayor potencia, ahora languidecía precisamente por su fama. En todo el Mediterráneo había entre 40.000 y 60.000 soldados en pie de guerra.
Era una cifra enorme para la época y ocupaba el 20% de su población ciudadana. Y aquí está el problema, debían ser ciudadanos y propietarios. Por lo tanto, los propietarios de los territorios de Roma no están explotando sus tierras sino que están en una guerra interminable en los confines del Mediterráneo.
¿Qué rédito económico tenía la vida marcial? El botín, claro, pero cuando luchaban contra Grecia, este botín les proveía pingües beneficios, cuando entraron en Hispania, la cosa había cambiado mucho y el terreno tan pobre apenas les permitía saquear para sobrevivir. Lo que ocurre entonces es que los hombres están fuera de Roma y no vuelven durante años por la distancia de las campañas, entonces, no hay nadie que gestione las tierras y empiezan a concentrarse en manos de una oligarquía terrateniente de origen senatorial.
En este marco contextual vamos a encontrar dos problemas graves para el ejército: Hispania y las revueltas serviles.
Sicilia era una isla con una larga tradición de agricultura en extensión y de grandes pastizales. El régimen servil permitía la explotación de miles de seres humanos en un régimen de brutalidad y degradación que traía importantes riquezas a los latifundistas, ya que podían reducir costes al máximo. Algunos esclavos, como los pastores, que tenían cierta autonomía por el propio estilo de su trabajo empezaron a dedicarse al bandolerismo.
En 135, un esclavo llamado Euno conquistará la ciudad de Enna y se nombrará rey. Encerrará a la población libre convirtiéndola en esclava y después se dedicará a conquistar Sicilia hasta que Publio Rupilio consiguiese detener la revuelta en 132. Esta sublevación sentará el precedente de revueltas de esclavos posteriores, como la de Espartaco.
En este decadente ambiente aparecen dos figuras de capital importancia.
La primera es una persona, Escipión Emiliano, un eminente político de la mítica familia de los Escipiones que acabará con Cartago y terminará el legendario sitio de Numancia -los Escipiones en general tendrán un papel fundamental-. Su gran poder iba a encontrar su equilibrio en Apio Claudio Pulcher y Cecilio Metelo.
La otra figura es una magistratura, el Tribunado de la Plebe, que en un principio se iba a configurar como un arma arrojadiza entre las factio pero que finalmente se iba a convertir en su auténtico contrapoder ya que tenía el poder del veto y de la consulta popular. Este cargo estaba colegiado como prácticamente todas las magistraturas romanas.
Tiberio Sempronio Graco
Para muchos supone el principio del fin de la República de Roma. Con su aparición en la escena política se catalizan todos los males de la crisis que durante décadas asolaba a la ciudad tiberina. Fue consciente de que si Roma no había sido arrasada, era porque no había ninguna potencia mediterránea capaz de hacerle frente.
Cuñado de Escipión, encontrará en él su mayor enemigo.
Tuvo una educación muy influida por su madre, y por lo tanto beberá de la cultura helenística y el primer estoicismo. Luchará en las guerras de Hispania y traerá de allí una serie de rencillas contra el senado por el trato que tuvo el cónsul al que sirvió: Hostilio Mancino.
Algunos plantean que fue venganza la causa de su actuación, otros que simplemente quería reformar el gobierno para superar la crisis.
Pero, una sola persona no podía desmantelar el régimen oligárquico él sólo, es más el era una pieza más de ésta. Para ello se servirá de su propia factio en un inicio capitaneada por su suegro, Apio Claudio Pulcher.
"De un gran número de romanos, ninguno tiene ara, patria ni sepulcro de sus mayores, sino que por el regalo y la riqueza de otros pelean y mueren".- Tiberio Graco
El 10 de octubre de 134 a.C. llegará al tribunado de la plebe apoyado por su factio y pronto se pondrá en contra al senado con su obra más destacada: la lex agraria. Mediante esta ley intentaba repartir las tierras del ager publicus – el campo público, en manos del estado- entre los campesinos más pobres, de esta manera, la población se enriquecía y la desgastada clase media se recuperaría de los daños que había sufrido en las guerras.
Para ello iba a resucitar otro conjunto de leyes que se remontaba al 367 a.C. y que recibían el nombre de licinio-sextias Por ellas, el poseedor de la tierra no podía tener más de 125 hectáreas de terreno, lo cual se podía aumentar con 75 hectáreas por los dos primeros hijos que tuviera la familia.
El territorio sobrante se iba a expropiar con su consiguiente indemnización y se iba a trocear en pequeñas parcelas de 3 hectáreas. Posteriormente se instalaría en ellas a campesinos en régimen de colonato y tendrían que pagar una cantidad simbólica para demostrar que el terreno seguía siendo público. Así evitaban toda posibilidad de concentración de poder convirtiendo la propiedad en algo inalienable. Esta operación se llevaba por una comisión de tres miembros, de carácter anual, llamada tresviri agris dandis adsignandis iudicandis.
Quitarle poder a las capas altas de la sociedad era un auténtico suicidio, así que quien tuviese el valor de hacerlo se iba a enfrentar al patriciado. El brazo ejecutor sería Tiberio, que puso el proyecto en marcha obviando la tradicional consulta al senado antes de presentarla ante la asamblea. La aristocracia intentó mover los hilos de sus redes clientelares para derribar la ley, pero fue infructuoso ya que el apoyo popular era total y el voto secreto, no existían represalias. El día de la votación, miles de campesinos de todos los alrededores de Roma acudieron en busca de esperanza.
Sin embargo, sus ánimos se vinieron abajo cuando Octavio, colega de Tiberio en el tribunado le vetase la propuesta. Tiberio como consecuencia proclamó la iustitia por la cual toda Roma quedaba paralizada, pero los campesinos volvían decepcionados a sus casas y eso le preocupaba. Así pues, decidió volver a convocar la asamblea y votar por la deposición de Octavio, que fue expulsado por unanimidad de los allí presentes. Tiberio había violado la sacralidad del Tribuno de la Plebe en su desesperación por efectuar las reformas, su destino se iba sellando poco a poco.
La ley se aprobaría a este precio, y la comisión sería ejercida por Tiberio, su hermano Cayo y Apio Claudio.
Pero necesitaban medios financieros para llevarla a cabo que el senado les negaba. Afortunadamente, Atalo III rey de Pérgamo había muerto y hecho heredero al pueblo romano de sus territorios, con esa fortuna podrían llevar a cabo la reforma, pero el senado se oponía. Tiberio, asumiendo que la riqueza había sido cedida al pueblo romano exigió que fuera utilizada por el pueblo romano, y así se empezaría a indemnizar a los expropiados y comprar útiles de labor y grano para los colonos.
Sin embargo, estaba claro que cuando Tiberio dejase su mandato -anual- iba a ser enjuiciado y asesinado por la clase senatorial. Su única salida para salvar la vida era volver a ser elegido como tribuno, pero estaba prohibido. Durante la asamblea de reelección, asustados los senadores, fueron violentamente contra la asamblea. La marea humana huyendo para no ser asesinada aplastó a Tiberio que fue rematado en el suelo por uno de sus colegas del tribunado. Su cadáver fue arrojado al Tíber. No se atreverían a tocar la ley agraria, pero intentarían paralizarla por todos los medios.
La factio de Tiberio quedaba así desmembrada, pero pronto alguien tomaría el relevo: su hermano.
Cayo Sempronio Graco
Once años después, en el 123 a.C., Cayo se convertiría en tribuno. Sus motivos eran más personales que los de su hermano, había perdido una figura muy importante para él y para su gens, buscaba venganza. Pero iba a llevar a cabo una venganza en la línea de las ideas de la familia. Y en consecuencia iba a legislar muy profusamente, mejorando la vida política de los estratos más bajos. Cayo no iba a ser tan ingenuo como su hermano, no iba a confiar tanto en el sistema, y por lo tanto se iba a blindar para protegerse.
La primera de las leyes sería la ab actis por las cuales un magistrado invalidado por el pueblo quedaba invalidado para volver a ejercer la vida política. Podría parecer una medida lógica para evitar la corrupción que asolaba Roma y sus provincias. Sin embargo era un arma muy poderosa que iba a utilizar contra los rivales políticos que su facción encontrase en el camino. También llevó a cabo leyes para evitar la persecución política mediante juicios sumarios, así, impedía que se persiguiera a sus seguidores.
Reformó la lex agraria para disponer de los suelos itálicos y extraitálicos, lo que le permitía entregar pequeñas parcelas a lo largo y ancho del Mediterráneo. Sería el causante de la reconstrucción de Cartago y la creación de muchas colonias en todo el territorio romano.
No menos importante será la lex frumentaria que suponía el reparto de trigo para la población. Esta ley es muy importante, ya que se mantendrá también durante el imperio, será usada injustamente en muchas ocasiones para ganarse el favor del pueblo, pero también era una medida necesaria por los problemas de abastecimiento que sufría Roma por las malas cosechas, además, la lex agraria no había terminado de arrancar todavía y los campos no estaban tan explotados como debería.
Con la lex militaris protegía a los menores de 16 años de ir a la guerra y permitía que los más pobres se pudieran alistar y tener un equipamiento decente -que hasta entonces tenían que pagar- ya que les proveía de equipamiento. Será el precedente de las reformas marianas.
Todo este cuerpo jurídico hará que se ponga en contra a mucha gente poderosa, pero que el cariño de la población le blinde frente a ataques de los senex, o eso pensaba.
Un tribuno enemigo intentó derogar la colonización de Cartago mediante la rogatio minutia y esto sirvió de pretexto para un encarnizado enfrentamiento a muerte entre los defensores de Cayo y sus enemigos que se saldaría con centenares de muertos, entre ellos Cayo, que pediría a un esclavo que lo asesinase.
Este sería el comienzo del fin de la república romana, que a partir de este momento sufriría un deterioro meteórico hasta la instauración del principado en la figura de Augusto un siglo después
La revolución de los Gracos como lucha de clases
Toda la historia está definida por la lucha de clases, por el conflicto entre los que poseen los medios de producción y el control y los desposeídos, que pretenden equiparar sus condiciones. Así ha sucedido desde que el ser humano se sedentarizó y la riqueza comenzó a distribuirse de forma desigual. Acaeció en todas las civilizaciones antiguas, y como no podía ser de otra manera, en Roma, donde uno de los episodios más célebres fue el protagonizado por dos hermanos de una familia muy rica.
Las reformas sociales, políticas y económicas de los hermanos Graco en la República Romana se consideran una de las mayores acciones de progreso desde la promulgación de la Ley de las XII Tablas que equiparaba legalmente los derechos de patricios y plebeyos en el siglo V a.C.
Y es que aunque los Graco (siglo II a.C.) pertenecían a una gens (clan) de rancio abolengo, su condición no les impidió llevar a cabo una serie de actuaciones que acabaron beneficiando a los sectores más humildes de la sociedad, como la plebe urbana y los itálicos que no poseían la ciudadanía romana. Asimismo, sus reformas favorecieron también al orden ecuestre, los caballeros, que en la escala social romana se encontraban por debajo del orden senatorial, que estaba en la cúspide de la sociedad.
Clases sociales en la Antigua Roma
Los Graco pertenecían a una familia aristocrática que se alineó en torno a un partido político para favorecer, bien por demagogia o populismo, o bien por sus valores éticos, a las clases más desfavorecidas.
Tiberio y Cayo Semprio Graco encabezaron en sus tiempos la facción política de los POPULARES, que se enfrentó amargamente a los OPTIMATES (“los buenos entre los buenos”), cuyo objetivo era preservar las prerrogativas de la clase senatorial en el seno de la sociedad romana.
La agricultura era la base de la sociedad romana y estaba totalmente monopolizada por los miembros del orden senatorial.
El hecho de que una ley les prohibiera comerciar en grandes cantidades, había hecho que los miembros del orden senatorial se apoderasen de la mayor parte de las tierras de Italia, desplazando a los pequeños labriegos, que se veían empobrecidos e incapaces de competir en el mercado dominado por los latifundios de los senadores y el bajo precio de los productos que llegaban desde las colonias mediterráneas.
En este contexto, tanto los pequeños propietarios de origen romano, como los itálicos que no disponían de la ciudadanía y a los que se habían confiscado las tierras (que iban a parar a manos de los especuladores del orden senatorial),terminaron por hallarse absolutamente empobrecidos, y por fin acudieron a Roma, donde llenaron las filas del proletariado urbano.
El proletariado urbano era uno de los escalones inferiores en la sociedad romana. De carácter muy maleable por la clase política, y pacificado a través del ocio y la alimentación (“pan y circo”), el proletariado urbano se convirtió pronto en un problema, pues no poseía riqueza, a la vez que en un arma, pues era muy abundante y podía utilizarse electoralmente.
El proletariado urbano constituyó un poder importante en la historia de Roma
Los hermanos Graco, pues, en su condición de tribunos de la plebe, trataron de enfrentarse a dos problemas para solucionar el mal estado de la sociedad romana debido al desigual reparto de los recursos.
Para empezar, quisieron erradicar el monopolio latifundista de los miembros del orden senatorial. Y en segundo lugar, pretendieron mejorar las condiciones de vida del proletariado urbano.
Su refinada cuna es algo que dignifica la labor social de los Graco, eran hijos de Tibero Sempronio Graco Maior y de Cornelia Scipión. Nada más y mada menso que nietos de Escipión el Africano, vencedor de Anibal Barca y los cartagineses en 202 a. C
Escipión el Africano, abuelo de los Graco
Llevaban, pues, en sus venas la sangre de los Sempronios y la de los Cornelios Escipiones, ilustres en la historia de Roma, y por lo tanto gozaron de una riqueza y unas expectativas sociales muy elevadas.
Su madre, Cornelia, tuvo doce hijos, pero tan solo sobrevivieron a la infancia Tiberio Sempronio Graco Minor, el mayor de los hermanos, Cayo Sempronio Graco, y Sempronia, que contraería matrimonio con otro de los héroes de la historia militar romana, Escipión Emiliano, el conquistador de Numancia.
Cornelia, madre de los Graco, fue considerada un ejemplo para todas las mujeres romanas
El padre, Tiberio, fue cónsul hasta en dos ocasiones y censor, obteniendo entre otros éxitos un triunfo contra los celtíberos y la conquista de Cerdeña. Se encargó de conferir a sus hijos una educación digna de su posición socioeconómica. Se desconoce el año de su muerte.
TIBERIO SEMPRONIO GRACO
Fue el hijo mayor de la familia. En torno a los 18 años comenzó su carrera militar al servir como oficial de Escipión Emiliano, su cuñado, en la Tercera Guerra Púnica (149- 146 a.C.) y de hecho se dice que destacó por su arrojo y destreza al ser el primero escalar las murallas Cartago en el asedio a la ciudad africana.
Más adelante sirvió en Hispania, a las órdenes de Cayo Hostilio Mancino, algo que le costó más de un quebradero de cabeza, pues éste firmó con los numantinos una paz que el Senado romano consideraría deshonrosa, culpando también a Tiberio Graco, quien se libró gracias al apoyo popular. Mancino, por su parte, fue entregado desnudo a los numantinos para que hicieran de él lo que quisieran. Los habitantes de Numancia le dieron ropas y permitieron que huyese, en agradecimiento por su carácter pacifista.
Tal vez airado por la actuación que consideraba injusta por parte del Senado romano sobre la figura de Mancino, Tiberio Graco decidió presentarse para el tribunado de la plebe, una magistratura emanada para durante los conflictos sociales para proteger al pueblo de los abusos de la aristocracia.
Ganó la elección en 134 a.C. y desde el primer momento trató de enmendar la situación del campesinado itálico y del desigual reparto de la tierra.
Propuso para ello una Lex Agraria, apoyado en el sector senatorial de los populares, a la que se opuso desde el primer momento el grupo de los optimates, curiosamente encabezado por su cuñado Escipión Emiliano.
El objetivo de su propuesta legal era limitar la posesión de la tierra a 500 iugera (125 Ha.), forzando así a la fragmentación de los latifundios y su consiguiente adquisición por parte de los pequeños propietarios que habían quedado desposeídos. Se trataba de un proyecto muy ambicioso y sensato para el que Tiberio no renunció a utilizar la demagogia y el populismo, única forma que consideraba para amedrentar a la oposición política en el Senado.
La bancada senatorial de los optimates no se quedó de brazos cruzados, y manipulando al tribuno de la plebe Marco Octavio decretó una intercessio (veto) a la propuesta de Tiberio.
Éste último reunió una asamblea ciudadana (los comicios) y tras una votación forzó la destitución de Octavio, en un proceso que nunca se había llevado a cabo en la historia de Roma y que los senadores del bando rival consideraron contrario a la mos maiorum (la tradición y costumbres romanas).
Tras esta jugada, Tiberio no tuvo dificultad en aprobar la LEX AGRARIA, que fue ratificada por una comisión absolutamente parcial forrmada por él mismo, su hermano Cayo, y su suegro Apuo Claudio.
Al año siguiente (133 a.C.), Tiberio Graco se volvió a presentar para el tribunado de la plebe, algo que exaltó sobremanera a sus enemigos en el Senado, que ya habían perdido suficientes prerrogativas por culpa de la Lex Agraria.
Eso explica por qué, el día que se presentaba públicamente al nuevo mandato en el Foro, Tiberio Graco fue acorralado en medio de los templos del Capitolio y masacrado a golpes por un grupo de hombres armados, entre los que se contaban senadores opositores, encabezados por Escipión Nasica. Un total de unos 300 mercenarios y enemigos pertrechados con mazas y estacas lo sacudieron como a un perro hasta acabar con su vida. Dicen que fue un mazazo en la cerviz lo que le despojó del aliento.
Luego, los optimates se encargaron de que su cuerpo no recibiese sepultura, arrojándolo como a un vulgar criminal a las aguas del río Tíber, donde se perdió para siempre.
CAYO SEMPRONIO GRACO
Ni el brutal asesinato del reformador Tiberio, ni la constante amenaza del sector de los optimates, amilanaron a su hermano menor, Cayo Graco, que reforzó y consolidó su labor legislativa.
Su carrera política tuvo que transcurrir una década, entre acusaciones de la bancada enemiga (como la que le culpaba de incendiar una rebelión en la colonia de Fregellae) hasta que Cayo Graco accedió finalmente al tribunado de la plebe. Fue en 123 a.C.
Los debates entre facciones fueron encarnizados en el Senado romano
Cayo se había alimentado durante muchos años de la inspiración en la obra de su hermano y del odio hacia la facción optimate, de manera que de inmediato llevó al estrado una serie de proyectos que amenazaban directamente el orden establecido.
Quiso dar más poder a los ciudadanos para destituir y juzgar a los magistrados, además de robustecer la Lex Agraria instaurada por Tiberio. Asimismo, propuso reducir el precio del grano para la población, terminando así con siglos de especulación y limitar el acceso a la judicatura para los miembros del orden senatorial, de manera que se redujera la corrupción judicial.
En el ámbito militar prescribió evitar el servicio a los menores de 17 años, y en lo referente a las elecciones, planteó que las provincias encomendadas a los cargos públicos se conociesen antes de las elecciones, ya que hasta entonces aquello había generado mucha corrupción. El caso es que había provincias más prósperas que otras, y normalmente los pretores y cónsules se enriquecían a costa de su gobierno en ellas.
Las exposiciones de Graco, como no podía ser de otra manera, deleitaron a la ciudadanía y a sus partidarios y alarmaron a los optimates. Al principio, éstos trataron de combatirle a través de otros tribunos de la plebe, como Marco Livio Druso, pero la medida no surtió efecto. Es más, Cayo Graco fue más allá y propuso conceder la ciudadanía a los aliados latinos y el derecho de voto a los itálicos, disposiciones auténticamente revolucionarias para los conservadores.
Todas estas propuestas hicieron germinar un clima en la ciudad de Roma de constantes disturbios públicos, sobre todo, cuando en 122 a.C. Cayo Graco se presentó al tribunado por tercera vez, lo cual era un hecho ciertamente inaudito en la historia de la ciudad.
Los optimates aprovecharon esa situación para controlar el Senado y promulgar un senatus consultus ultimum, una especie de estado de excepción que otorgaba poderes extraordinarios a los cónsules conservadores Quinto Fabio Máximo y Lucio Opimio.
El Senatus Consultus Ultimum fue una medida extraordinaria
Cayo Graco y Fulvio Flaco, que se había presentado con él al tribunado, fueron declarados enemigos de Roma, e seguidamente perseguidos. Al segundo lo sorprendieron con su mujer y sus hijos, junto a los que le dieron muerte. Cayo escapó junto a su esclavo Filócrates y, oculto con él en la espesura del bosque de Furrina, en la falda del Janículo, ordenó al sirviente que le quitase la vida.
Los optimates no se conformaron en esta ocasión con la eliminación del magistrado, sino que además llevaron a cabo una implacable represión contra los seguidores de Graco ejecutando y confiscando las tierras de de hasta 3.000 de estos partidarios.
EL LEGADO DE LOS GRACO
Los optimates se convirtieron en la facción dominante en el Senado romano durante los siguientes años, y se encargaron de promulgar la LEX THORIA para destruir la obra reformista de los hermanos Graco. No obstante, su acción había calado en el seno de la sociedad romana, y la República iría progresivamente cediendo poder a las clases más desfavorecidas.
La herencia genética de los Graco, por su parte, se transmitiría a partir de la hija de Cayo, Sempronia, y de Fulvia, su nieta, que se convertiría en la primera mujer en aparecer en las monedas de Roma, un personaje muy célebre en la sociedad romana de mediados del siglo I a.C.
En cuanto a sus ideas, fueron asumidas por el grupo senatorial de los populares y muy bien acogidas por los más desfavorecidos: la plebe urbana, los soldados licenciados y los aliados latinos e itálicos. Éstos últimos harían estallar entre el 90 y el 88 a.C. la llamada Guerra Social a fin de conseguir la ciudadanía. En otros casos, políticos populares como Cayo Mario y Julio César aprovecharon la fuerza de los licenciados del ejército para entregarles tierras y conseguir prestigio personal. En el caso del numeroso proletariado urbano, tribunos de la plebe agitadores como Lucio Apuleyo Saturnino aprovecharon su enorme incidencia social para manipular y extorsionar al Senado.
La muerte de César se debió, entre otras cosas, a su rivalidad con el bando de los optimates
Con el paso del tiempo, los derechos y prerrogativas de los ciudadanos romanos se irían igualando hasta que en el año 212 d.C. el emperador Caracalla extendió la ciudadanía a todos los habitantes del Imperio.
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