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El reino del Ponto

Los antiguos griegos que vivían en las ciudades de Asia Menor (lo que hoy son las costas occidentales de Turquía) llamaban Ponto Euxino al mar Negro.


Cuando los romanos comenzaron a tener problemas con el rey Mitrídates VI Eupátor (coronado en el 120 a.C.), usaron la palabra Ponto para referirse a la tierra natal de su enemigo, a las conquistas que éste hizo y a la posterior provincia romana creada allí.

Establecer unas fronteras exactas para el reino del Ponto es muy complicado, debido a la inestabilidad generada por las continuas luchas internas por el poder y las guerras de conquista y dominación.

En sus tiempos más gloriosos, durante el reinado de Mitrídates VI Eupátor, este reino móvil estaba integrado por tres núcleos bien diferenciados: la Capadocia Póntica (a la que sumaban temporalmente ciertas zonas de Armenia y la Paflagonia), la Cólquide y el reino del Bósforo (en torno al mar de Azov). A estos territorios habría que unir, además, las colonias griegas localizadas en la costa tracia y el ya mencionado Mar Negro.

Como vecinos, el Ponto tenía el reino de Bitinia al noroeste y Galacia al oeste. Más al sur se elevaban las cumbres de los montes Tauro y las mesetas de Capadocia, mientras que al este se ubicaba el reino de Armenia. Asimismo, en el extremo oeste de la península se situaban las regiones de Tróade, Misia, Jonia, Caria y Licia.

El origen del reino del Ponto

Tras la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), uno de sus generales, Perdicas, nombró nuevos titulares para el gobierno de los territorios del Imperio de Macedonia.

Entre otras, Capadocia fue asignada a Éumenes, Egipto a Ptolomeo, Tracia a Lisímaco, y la mayor parte de Anatolia occidental a Antígono.

Aprovechando primero la Guerra de los Diádocos (se llama diádocos a los antiguos generales de Alejandro Magno y los hijos de los generales (llamados epígonos) que a su inesperada muerte en el año 323 a. C. se repartieron su imperio, disputándose el poder y la hegemonía sobre sus colegas con diversos pactos y seis guerras que duraron veinte años. A continuación se estableció un sistema político que hasta el inicio del Imperio romano en el Mediterráneo oriental a principios del siglo II a. C. proporcionó el marco del desarrollo cultural helenístico) y luego los conflictos continuos entre los reinos helenísticos, un noble persa que estuvo al servicio de Antígono, el rey de Anatolia Occidental, llamado Mitrídates formó un reino independiente que iba desde el interior de la Paflagonia hasta la costa del mar Negro a la altura de la ciudad griega de Amastris.

A partir de aquí, él —en calidad de Mitrídates I Ctistés— y los sucesivos reyes mitridátidas fueron conquistando otros enclaves griegos costeros a ambos lados del río Halis, entre ellos Amiso y Sínope.

Posteriormente, los enlaces matrimoniales entre la familia real seléucida y la del Ponto habría representado la consolidación de su poder y el reconocimiento de su existencia por parte del mundo helénico. De esta manera se buscaba conseguir los apoyos necesarios para la rivalidades territoriales con otros reinos y la inestabilidad dinástica interna.

Pese a su inestabilidad dinástica innata, el reino del Ponto era muy próspero gracias a la riqueza de sus suelos, la densidad de sus bosques y las relaciones comerciales no solo con las ciudades del mar Negro, sino con buena parte del Mediterráneo. De esta manera, cada año se exportaban toneladas de pescado salado (sobre todo, atunes y caballas) hacia numerosos rincones lejanos.

Además, desde tiempos inmemoriales el reino del Ponto se benefició de jugosos tratos con los cientos de barcos piratas que recorrían los mares Negro y Egeo. Según éstos, se garantizaba la seguridad de los puertos y mercados pónticos a cambio de recibir a los piratas para que vendieran sus botines robados. La relación entre ambos mundos solo fue a más, como demuestra el que fueran uno de los más poderosos aliados militares del reino durante las Guerras Mitridáticas contra Roma. De hecho, el saqueo pirata fue una de las principales fuentes de ingresos de Mitrídates VI Eúpator para sufragar las campañas expansivas de su reinado.

Relaciones entre el reino del Ponto y Roma

El primer contacto entre la República Romana y el reino del Ponto tuvo lugar en el 183 a.C. El motivo fue la intervención diplomática romana en un conflicto entre el rey Farnaces I (aprox. 185 – 155 a.C.) y el reino de Pérgamo de Eúmenes II (197 – 159 a.C.). Curiosamente, también fue durante este año cuando la capital del reino, tradicionalmente situada en la ciudad de Amasya, se trasladó a Sínope, conquistada recientemente.

Los sucesores de Farnaces I, Mitrídates IV Filópator y Mitrídates V Evergetes, mantuvieron su política de sumisión y fidelidad a los romanos. 
 En esta línea, tropas pónticas ayudaron a las romanas a derrotar a Cartago en la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.) y a sofocar la rebelión de Aristónico que siguió a la muerte del rey Átalo III de Pérgamo (133 – 129 a.C.).

En recompensa por sus leales servicios, Roma cedió al reino del Ponto la región de la Gran Frigia, por lo que se convertía en vecino de la nueva provincia romana de Asia. No obstante, no todo era armonía y colaboración entre los socios. Roma contaba ya con un largo historial de repentinas traiciones a sus aliados, por lo que en Oriente había más temor que admiración.

El hijo de Mitrídates V Evergetes, Mitrídates VI Eúpator, tuvo una educación gracias a la cual se familiarizó con la historia política y militar, la mitología y la sociedad romana, por lo que era muy consciente del gran poder que tenía la República. Aun así, para un príncipe ambicioso que se creía predestinado a la gloria por ser «heredero» de Alejandro Magno, solo había un camino posible: enfrentarse abiertamente contra Roma.

Los Mitridátidas

Aunque de raíces persas, la dinastía de los Mitridátidas del Ponto experimentó desde sus orígenes una contínua influencia de la cultura helénica, no sólo por la conquista de colonias griegas de la costa del Euxino, sino también por los matrimonios de algunos de sus reyes con princesas de la casa Seléucida

Aunque poseemos datos de este proceso que se remontan a los mismos comienzos de la dinastía (el fundador había tenido una estrecha amistad con el joven Demetrio Poliorcetes, el mayor grado de influencia de lo helénico va a darse en la época de Mitrídates VI Eupátor, que por otra parte es la que nos ha aportado la mayor cantidad de información.

Ya desde el reinado de su padre, Mitrídates V Evérgetes, tenemos constancia de que la corte póntica, con sede en Sinope, se hallaba organizada según el modelo helenístico, con una serie de dignatarios (phíloi), que forman parte del consejo real (synédrion)

. No obstante, la documentación disponible –incluso para los últimos reyes pónticos– es bastante escasa y fragmentaria, aunque podamos contar con algunos epígrafes importantes, y con la feliz coincidencia de que Estrabón fuera natural de Amasia, la antigua capital del Ponto, y algunos de sus antepasados hubieran sido miembros destacados de la corte

. Respecto a la figura del príncipe heredero, la comparación tanto con el mundo persa como con otros reinos circundantes (Bitinia, Capadocia, Armenia), nos puede aportar algunas claves sobre sus peculiaridades en el reino póntico.

Según todos los indicios, en el Ponto el derecho de sucesión recae en el varón primogénito del soberano. Este criterio parece impuesto por la misma autoridad real, sin necesidad (al menos formal) de contar con la aquiescencia de la nobleza del reino ni con la del ejército.

La situación era diferente en la vecina Capadocia, donde el populus debía aceptar al nuevo rey, lo que ocasionó no pocos problemas para la pervivencia de la dinastía Ariarátida, que de todas maneras acabaría por extinguirse a fines del siglo II a.C.

En el Ponto este primogénito habría sido probablemente el hijo mayor de la reina y esposa legítima. Un problema en este sentido podría ser el de la posible existencia de poligamia por parte de los reyes, que representaría una dificultad para designar al heredero. Pero no podemos confirmar esta práctica en la corte del Ponto: allí existía el título oficial de reina, que habría sido la esposa legítima, aunque pudiera haber concubinas en palacio

Además, independientemente de la posible pervivencia de tradiciones persas, nos resulta muy difícil creer que los monarcas pónticos que se casaron con princesas seléucidas hubieran relegado a éstas a un puesto secundario: ellas habrían sido las reinas públicamente reconocidas. De hecho, Eupátor se vanagloriaba de pertenecer al linaje de Alejandro Magno a través de la sangre de los Seléucidas, lo cual confirmaría que sus ancestros eran en verdad hijos de las princesas de dicha casa

Una situación similar se advierte en Bitinia, donde a Sócrates Cresto, hijo de una concubina de Nicomedes III, se le habría negado cualquier derecho sucesorio

. No ocurría lo mismo en Armenia, donde había un harem con diversas “esposas legítimas”, y por tanto la sucesión estaba supeditada a la voluntad del rey, y expuesta a las intrigas de palacio.

  En el Ponto, quizás también las conspiraciones palaciegas (que conocemos en la época de Mitrídates Eupátor y quizás de su abuelo Farnaces I), podrían haber propiciado la costumbre de asociar al poder, además de al heredero, a algún otro príncipe que recibe una consideración especial con respecto a los demás hijos del rey. Con ello se trataba sin duda de garantizar la supervivencia de la dinastía en caso de fallecimiento del sucesor designado. Recordemos que Antíoco (III), gobernador de las satrapías superiores, pasó a suceder a su hermano Seleuco III cuando éste fue asesinado

. Quizás podríamos establecer también un paralelismo con la actuación de los Ptolomeos respecto a Chipre y la Cirenaica.

. Es igualmente bien conocido que en el reino Atálida la participación de la familia real en las tareas de gobierno fue un medio de garantizar la cohesión dentro de la dinastía y de prever los problemas sucesorios

.En el Ponto parece que el caso fue similar. Ya en el reinado de Farnaces I, aparecen citados junto a éste en una inscripción de Delos su hermano y futuro rey

Mitrídates IV Filopátor Filadelfo, y Laódice, esposa de éste último y hermana de ambos. También este mismo hermano de Farnaces aparece como firmante de la paz que puso fin a la guerra que el Ponto sostuvo con otros reinos de Asia (179 a.C.); ello indicaría una cierta asociación al poder, reconocida incluso en el ámbito de la política internacional.

La elección del sobrenombre Filadelfo vendría a representar, al igual que en otros casos como el de Átalo II, “el respeto del hermano menor hacia el mayor en el ámbito de la sucesión dinástica”

Esto puede corroborarse además por la similares circunstancias de las dos casas reales: Átalo II salvaguarda la pervivencia de la dinastía por la corta edad de Átalo III, hijo de su hermano Éumenes II. Del mismo modo, Mitrídates IV Filopátor garantizaría los derechos sucesorios del futuro Mitrídates V, hijo de su hermano Farnaces.

Un caso similar, aunque no idéntico, podría rastrearse en los avatares vividos por Mitrídates VI Eupátor. Según cuenta Estrabón (10.4.10), a la muerte de Mitrídates V Evérgetes, envuelta en oscuras intrigas de palacio, éste dejó dos hijos varones, Mitrídates Eupátor y Mitrídates Cresto. La realeza pasó al primero de ellos a la edad de once años

Ambos hermanos aparecen citados conjuntamente en unas inscripciones de Delos datadas hacia 115 a.C.: aunque es Eupátor el que figura explícitamente como rey, se ha interpretado que Cresto pudo haber participado de algún modo en el poder.

. Quizás nos encontremos pues ante otro ejemplo de una cierta asociación al gobierno de un príncipe que no es el heredero reconocido en la línea sucesoria, pero que, en un periodo de turbulencias palaciegas, supone una garantía de continuidad en caso de fallecimiento del sucesor oficialmente reconocido. 

 Quizás en este mismo sentido se podría explicar la costumbre del matrimonio entre hermanos, atestiguado al menos en los casos de Mitrídates IV Filopátor y del propio Mitrídates VI Eupátor.

 Sería una forma de garantizar la sucesión corroborando la legitimidad dinástica de los herederos. Sin embargo, este tipo de enlaces no fue un hábito generalizado en la dinastía póntica: de hecho Eupátor, tras eliminar a su hermana, se casaría con Mónima, una griega de Mileto a la que nombró reina , y nada nos dicen las fuentes de que los hijos de Mitrídates se hubieran casado con alguna de sus hermanas. Tampoco tenemos constancia de que los antecesores de Eupátor, a excepción del ya citado Mitrídates IV, se hubieran desposado con sus propias hermanas.

Salvo en los casos de Ariobarzanes, hijo y sucesor de Mitrídates I Ctistés, y de Farnaces I, el nombre que llevaron los herederos a la corona del Ponto fue el de Mitrídates. En una monarquía interesada por helenizarse, éste sería sin duda un rasgo de supervivencia de las tradiciones ancestrales de raíz aqueménida, con vistas a que los herederos aparecieran ante la nobleza y ante los propios súbditos como legítimos portadores de la realeza.
 No obstante, ello ni impidió la presencia cada vez más significativa de elementos griegos en la corte del Ponto, ni aún, por lo que parece, se tradujo en una preeminencia del culto a Mitra en aquel reino

 Farnaces II, el hijo de Mitrídates que lucharía contra César, sería un caso excepcional, pues tenía el nombre de su bisabuelo. Pero debemos tener presente que Farnaces II no llegó a la realeza por una decisión largamente planeada, sino accidentalmente, por la muerte de otros de sus hermanos varones.

Nuestras fuentes no dicen nada sobre algún tipo de titulatura específica para el sucesor en el Ponto, ni tampoco sobre algún cargo asociado al mismo. Sí podemos confirmar, en un sentido general, que los príncipes pónticos tomaron parte en misiones relacionadas con la función militar y, en algunos casos, de gobierno. Así pues, las fuentes nos relatan que, ya en los primeros tiempos de la dinastía, la ciudad costera de Amastris fue conquistada por Ariobarzanes, hijo de Mitrídates I, aún bajo el reinado de su padre. Entre los hijos de Eupátor, sabemos que algunos mandaron ejércitos durante los conflictos que enfrentaron a este rey con Roma. También participaron como gobernadores de confianza en algunos de los territorios adquiridos por su padre, o sobre los que el Ponto ejercía una influencia más o menos indirecta, como ocurrió en Capadocia, donde uno de los hijos de Mitrídates gobernó bajo el nombre de Ariárates.

. El joven Mitrídates, destinado a suceder a su padre, aparece en el 85 a.C. comandando los ejércitos pónticos frente a las tropas romanas de C. Flavio Fimbria, por cierto sin mucho éxito

  Cuando Eupátor adoptó el título de “Rey de Reyes” en el 88 a.C., y trasladó su corte a Pérgamo, le fue asignado a este mismo príncipe el gobierno del Ponto y el Bósforo, y quizás también de la
Cólquide. Esta designación del joven Mitrídates suponía darle autoridad sobre los que se consideraban territorios específicos de la corona póntica.
 Mientras tanto, según añade Plutarco (loc. cit.), otro príncipe llamado Arcatias quedaba con la misión de avanzar hacia Grecia a través de Tracia, quizás porque estuviera destinado a ejercer el gobierno sobre los territorios europeos de su padre. De hecho, se nos dice que este príncipe tuvo la potestad de designar sátrapas para toda esta región . El joven Mitrídates acabó siendo ajusticiado, sospechoso de conspirar contra su padre, y Arcatias muere en circunstancias oscuras
 Puesto que el joven Mitrídates habría sido el sucesor designado, el caso de Arcatias pudo deberse también a un intento de otorgar autoridad sobre una parte de los dominios reales a otro príncipe aparte del heredero. Con ello se aseguraba la cohesión de los territorios bajo poder póntico, y se garantizaba la línea sucesoria en caso de fallecimiento del primogénito. Pero en cualquier caso, resulta difícil definir cuáles eran las funciones de Arcatias, y la finalidad de su padre al ponerlo al mando del ejército de Tracia, porque este príncipe ejerció su autoridad durante un breve periodo de tiempo (88-87 a.C.), en una región cuya conquista no llegó ni siquiera a completar, puesto que murió antes. 

 El caso de Ariárates IX, que reinó en Capadocia, no puede servirnos como ejemplo análogo a los ya expuestos, porque fue instaurado cuando era tan sólo un niño de ocho años, bajo la tutela de Gordio, líder de una facción de la nobleza capadocia disidente respecto a la dinastía de los Ariarátidas 

Tras la muerte del joven Mitrídates (c.83 a.C.), el Bósforo fue asignado a Macares, otro de los hijos del rey, que siguió a cargo de este reino hasta que murió asesinado a la llegada de su padre, que iba huyendo de Pompeyo .

 Por tanto, podemos constatar que Mitrídates VI Eupátor asignó a algunos de sus hijos una serie de tareas de gobierno, con la finalidad de ejercitarlos en las mismas, y garantizar la cohesión de los territorios que había adquirido, frente a la fidelidad a menudo dudosa de los funcionarios reales. Queda claro que el joven Mitrídates fue quien estuvo destinado en un principio a heredar el trono. Tras su muerte, el derecho a la sucesión habría recaído probablemente en Macares.

Se ha discutido bastante acerca del rango de estos príncipes que Mitrídates puso al frente de territorios bajo dominio póntico. Apiano es el único que nos puede inducir a pensar que llevaran el título de basileus, que aparece en su obra aplicado a Macares. Pero el mismo Apiano lo califica en otro lugar de arconte y además no conocemos acuñaciones propias de este príncipe. Es cierto que tenía un círculo propio de phíloi, pero también estaba bajo la supervisión de otros phíloi del propio Mitrídates que sin duda limitarían su capacidad de gobierno

 En todo caso, si algún autor antiguo consideró a Macares como basileus, ello pudo deberse al hecho de que Mitrídates VI se proclamase “Rey de Reyes”

En cuanto a las peculiaridades de la educación del príncipe heredero en el Ponto, nos vemos inmersos en la problemática general que apuntábamos al principio. La tradición historiográfica sobre este reino, perdida en su mayor parte, debió hacerse eco de la doble raíz de la dinastía que por un lado, pretendía exaltar su herencia persa y remontaba sus orígenes al mismo Ciro, y por otro aspiraba a hacer valer el papel de la casa Mitridátida con respecto a las grandes dinastías macedonias. Pero nos encontramos ante el problema de que determinados datos pueden ser interpretados tanto en un sentido helénico como en un sentido persa, puesto que la figura del buen soberano presenta elementos comunes a uno y otro mundo, según se vio ya reflejado en la Ciropediajh

A todo esto hay que unir los elementos legendarios que nos han llegado sobre la infancia y juventud de Mitrídates, que, independientemente de su significado propagandístico, pudieron haber servido al mismo tiempo para enmascarar circunstancias históricas.

Con respecto a esta imagen mítica de la infancia de Mitrídates, nos encontramos con una serie de tópicos comunes a los reyes fundadores de grandes imperios (Rómulo, Ciro, o el propio Habis de Tartessos): debe superar unas pruebas, pasar unnperiodo de ascesis, demostrar su capacidad, su dominio sobre los elementos de la Naturaleza, que es un ser elegido y predestinado por la divinidad para un futuro glorioso. Así pues, un cometa aparece en el momento en que Mitrídates es concebido,y otro en el de su ascensión al trono
 Cuenta Plutarco  que un rayo quemó los pañales del pequeño y le dejó una marca en la frente, justificando así que su segundo sobrenombre fuera Dioniso.
 Por otro lado, el joven rey hubo de pasar una serie de pruebas y peligros que lo señalan como predestinado para convertirse en el rey “más grande de todos”, según el relato de Trogo: obligado por sus tutores, Mitrídates hubo de montar y disparar flechas al mismo tiempo sobre un caballo de particular fiereza, pero el muchacho logró dominarlo con una pericia superior a la propia de su edad. Después intentaron envenenarlo, y como el príncipe lo notara, fingió afición por la caza, huyendo a los campos durante siete años: allí lleva una vida agreste, y lucha con los animales salvajes. Después retorna para hacerse con las riendas del reino, hasta entonces bajo regencia de su madre Laódice


Mitrídates aparece así como un ser predestinado, en primer lugar por la aparición de fenómenos celestes que lo señalan como fundador de un gran imperio, al igual que vemos por ejemplo con Augusto, o con el propio Jesús

 Las alusiones a su valor  y destreza frente a los animales, nos evocan desde las proezas de Heracles hasta la doma de Bucéfalo por Alejandro. Estas hazañas son también una demostración del dominio del joven rey sobre las fuerzas de la Naturaleza, lo que vuelve a señalarlo como un ser de cualidades excepcionales

 Mitrídates aparece además como un joven con aptitudes superiores a las propias de su edad, lo que también constituye un tópico para resaltar la personalidad regia de los jóvenes príncipes

.En lo que se refiere a los elementos iranios de la educación del joven Mitrídates, se ha insistido mucho en la noticia de Trogo sobre el adiestramiento en montar a caballo y disparar flechas al mismo tiempo: el tiro con arco es una disciplina típicamente persa, y la caza en jardines zoológicos (de los que había uno en el Ponto) formaba parte de las distracciones características de la nobleza aqueménida

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la caza también formaba parte de la formación de los jóvenes aristócratas macedonios, destinados a constituir la élite del ejército.  Por otra parte, el sobrevivir a los venenos ha sido considerado como posible reminiscencia de antiguas ordalías persas. Nada tendría pues de extraño que el heredero del trono en el Ponto hubiera de demostrar sus capacidades en el mismo sentido que lo habrían hecho sus ancestros. Esta conjunción de diferentes habilidades podría ser uno más de los indicios de la coexistencia, no siempre fácil, de una nobleza irania con unos círculos de notables griegos (o helenizados): la rivalidad entre ambos grupos habría provocado una serie de querellas en la corte póntica de las que sólo nos han llegado algunas noticias dispersas

Estas mismas querellas habrían enmascarado algunos episodios de la infancia de Eupátor, cuando éste permanece durante siete años alejado de las ciudades, endureciendo su cuerpo en las montañas y luchando con los animales salvajes. El relato de esta etapa podría haber sido eco de una serie de relatos encomiásticos de raíz griega, pero al mismo tiempo reflejar algunos elementos característicos de la educación irania, según la cual los jóvenes nobles debían pasar una temporada sobreviviendo en mitad del campo, que ha sido comparada con las criptias espartana.

 Este periodo de aislamiento también habría podido entenderse como una prueba que legitima los derechos del heredero: así aparece reflejado en leyendas iranias, comenzando por la del propio Ciro. También la lucha contra animales salvajes aparece como un rasgo distintivo del poder regio, tanto en el mundo persa como en diversas tradiciones propagandísticas sobre Alejandro y los Diádocos

. Pero, según decíamos, detrás de estos años de soledad, propia de un héroe o un chamán, pudieron estar escondidas fuertes tensiones en el palacio de Sinope, que obligaron al joven príncipe a protegerse de las insidias de los nobles cortesanos, fingiendo una especial afición por la caza.

  Todo apunta a que, sin renunciar a determinados aspectos característicos del mundo persa, la educación de Mitrídates Eupátor como heredero de la diadema tuvo como punto de referencia el modelo griego. En primer lugar, parece quedar clara la instrucción común del joven Eupátor con miembros de destacadas familias del reino, siguiendo la usanza de otras dinastías macedonias. Quizás el indicio más significativo sea la noticia de Estrabón, según la cual su tío bisabuelo Dorilao, “se había criado” junto al joven príncipe, y en ese mismo sentido se ha interpretado el título de syntrophos (“hermano de leche”), que tiene el mismo Dorilao en una capilla dedicada en Delos por Eupátor . Pero además, dado que en la vecina Bitinia se presume laeducación efébica del futuro Nicomedes IV , resulta verosímil suponer que
Mitrídates Eupátor hubiera recibido igualmente una formación en tal sentido. De hecho se ha constatado la importancia de la efebía en las póleis griegas que estuvieron bajo dominio póntico
  Por el contrario Cresto, hermano bastardo de Nicomedes, no tuvo esa educación a la griega, lo que indica que, al menos en Bitinia, la paideía quedaba reservada al sucesor, mientras que otros miembros de la estirpe real podían quedar excluidos de la misma.

Un rasgo divergente de la tradición persa podríamos verlo asimismo en la edad con que Mitrídates toma las riendas del reino, tras la regencia de Laódice: mientras que los persas alcanzaban la mayoría de edad a los 25 años, Eupátor se hace con el poder efectivo en el Ponto a una edad que debió estar alrededor de los 18 años
.
Tampoco se habla para nada en la educación del heredero del papel de los magos (que no aparecen citados en nigún texto sobre el Ponto), ni del ceremonial que caracterizaba la entronización de los reyes Aqueménida . En cambio, si seguimos el relato de Justino, el joven Mitrídates VI pudo haber estado bajo la tutela de uno o varios tutores varones, que resultarían característicos de la educación macedonia
 Podemos defender pues que la base de la educación de Mitrídates Eupátor ( como probablemente la de su padre), habría sido la paideía griega. Es sabido que este rey conocía perfectamente el griego, y que ya desde muy joven realizó en Delos unas dedicatorias junto con su hermano
También Mitrídates amaba la música, que constituía uno de los aspectos básicos en la educación griega.
Igualmente, sabemos que conocía los rituales sagrados griegos, y de hecho, en Delo dejó huellas de su veneración hacia los Dióscuros-Cabiros, Serapis, Poseidón y Zeus Urio
 Es de suponer que entre su corte de poetas e historiadores hubiera alguno de sus maestros griegos, como podría haber sido Metrodoro de Escepsis, que tenía el título de “padre del rey”.
 De hecho, Mitrídates estaba bien instruido en el arte de la oratoria, como el propio Sila reconoció al entrevistarse con él en Dárdano

 La edad de subida al trono de Mitrídates VI no puede ser precisada: si unimos los once años que tenía a la muerte de su padre más los siete de presunto alejamiento, resultarían 18. Si seguimos a Memnón, que cita la muerte de Evérgetes cuando su hijo tiene 13 años, resultarían 20. Si Mitrídates tuvo una educación efébica, y ésta comenzaba a los 16 años como en Pérgamo, la edad de 18 resulta pues la adecuada. Eupátor se califica a sí mismo como “inexperto y bisoño soldado” en relación con sus campañas en el Euxino, emprendidas justo después de su toma efectiva del poder No conocemos la fecha exacta del nacimiento de Mitrídates, que se suele datar entre el 133 y el 131 a.C. Tampoco hay unanimidad sobre el inicio de estas campañas en Crimea, datadas siempre de forma aproximativa entre el 114 y el 110 a.C. 
 Habría pues que descartar que el rey hubiera nacido en el 135 a.C., así como un comienzo más temprano de las campañas en Crimea.

El caso del Ponto representa un ejemplo más de la propagación de la cultura helénica hacia ambientes bárbaros. Ello afectó también a la concepción de la realeza, que, envuelta por unos círculos griegos cada vez más influyentes y poderosos, acabó adoptando las pautas de educación y los criterios sucesorios que predominaban en los grandes reinos helenísticos. No obstante, ciertos rasgos ancestrales permanecieron encierto modo enquistados, con vistas a legitimar al heredero respecto a la nobleza irania y al conjunto de población indígena, en particular campesina, que aspiraba a reconocer en el rey la encarnación tradicional de la soberanía, al margen de unos cambios que afectaban ante todo a las élites de la sociedad.

La extensiòn territorial del Ponto

Antígono uno de los diádocos que controlaba una parte del imperio de Alejandro tenía por uno de sus asistentes a Mitrídates, el hijo del gobernador de Cíos. Siendo Mitrídates de la misma edad y amigo de Demetrio I de Macedonia. 
El padre de Demetrio, Antígono, asesinó al padre de Mitrídates en su ciudad de Cíos en el año 302 AC, posiblemente para evitar su unión a la liga de Casandro y sus confederados.
jh Antes de que Antígono pudiese asesinar a Mitrídates con el fin de evitar posibles venganzas, fue advertido por su amigo Demetrio hijo de Antígono.

El joven Mitrídates, huyó esa noche de Capadocia y se refugió con algunos partidarios en la fortaleza de Cimiata, en Paflagonia. Tras la derrota de las fuerzas de Antígono y Demetrio en la batalla de Ipso, Mitrídates expandió su dominio por el Ponto y libró combates continuos contra los seléucidas por espacio de 20 años hasta asumir, en 281 AC el título de rey (basileus).

Reyes pónticos

Mitrídates I Ketistes (fundador) (281 – 266 AC)
Apiano afirma que Mitridates I Ktistes (Fundador) era descendiente en octava generación del primer sátrapa del Ponto bajo Darío el Grande, y antecesor en sexta de Mitrídates VI Eupator. Plutarco, en cambio, afirma que las generaciones entre Mitrídates I y la derrota del Ponto por los romanos fueron ocho.

Durante su reinado, Mitrídates I firmó una alianza con la ciudad bitinia de Heraclea Póntica para concederle protección contra Seleuco I Nicátor. Fue sucedido por su hijo Ariobarzanes y enterrado en un mausoleo real ubicado junto a Amaseia, la capital inicial del reino. Todos los reyes del Ponto tendrían sepultura junto a él hasta la conquista y conversión de Sinope en capital en el año 183 AC.

Ariobarzanes (266-258 AC)
Obtuvo la posesión de la ciudad de Amastris de Paflagonia, que se le rindió. Tanto, él como su padre, solicitaron ayuda a los gálatas, para expulsar a los egipcios enviados por Ptolomeo II Filadelfo.

Mitrídates II (250 – 220 AC)
Al poco de acceder al trono, su reino se vio invadido por los gálatas, que fueron expulsados con éxito. Consumó la política de acercamiento con los seléucidas casándose con Laodicea, hija de Seleuco II Calinico, recibiendo la provincia de Frigia como dote. En el año 222 AC, entregó en matrimonio a su hija, la princesa póntica Laodicea, a Antíoco III. En 220 AC. inició una guerra contra la rica ciudad griega de Sínope, que contó con ayuda enemiga enviada desde Rodas. La aventura militar terminó en fracaso, y por esa época Capadocia se independizó del Ponto bajo su rey Ariarates IV.

Mitrídates III (220 – 184 AC)
No se conoce nada de estos años, porque en este período, el reino del Ponto desaparece de la historia. Algunos historiadores dudan de la misma existencia de este rey, se casó con una oscura princesa seléucida llamada Laodice. Con ella tuvo tres hijos: Mitrídates IV del Ponto, Farnaces I del Ponto y Laodice.

Farnaces I (184 – 170 AC)
La fecha de sucesión no se puede fijar con certeza, pero en todo caso es anterior a 183 AC, año en que conquistó la importante ciudad de Sinope, que había sido objeto de ambición por sus antecesores en el trono. Los rodios enviaron una embajada a Roma, protestando por la agresión, pero sin resultado.

Se vio envuelto en un conflicto con su vecino Éumenes II de Pérgamo, que llevó a algunos enfrentamientos, y a repetidas embajadas de ambos a Roma. En la primavera de 181 AC, sin esperar la vuelta de su embajador, Farnaces atacó a Éumenes II y a Ariarates IV de Capadocia, e invadió Galacia con una numerosa fuerza. Éumenes también se puso al frente de su ejército, pero las hostilidades se suspendieron pronto con la llegada de los enviados del Senado Romano, dispuestos a investigar las causas de la disputa. Se acordaron negociaciones en Pérgamo, pero sin resultado, y las demandas de Farnaces fueron rechazadas como no razonables.

La guerra continuó hasta 179 C, cuando Farnaces, incapaz de hacer frente a las fuerzas combinadas de sus enemigos pidió la paz, viéndose obligado a ceder sus conquistas en Paflagonia y Capadocia, a excepción de Sínope.

Mitridates IV Filopator (170 – 150 AC)
Envió una fuerza en auxilio de Átalo II de Pérgamo, contra Prusias II de Bitinia, importante acontecimiento que señala el comienzo de la política amistosa del Ponto con Roma y sus aliados.

Mitridates V Evergetes (150 -121 AC)
Siguió con su política amistosa con Roma iniciada por su antecesor. Colaboró con barcos y una pequeña fuerza auxiliar en la Tercera Guerra Púnica (150-146 AC), y posteriormente prestó plena asistencia en la guerra contra Aristónico (131-130 AC).

Por sus servicios a Roma fue recompensado por el cónsul Manio Aquilio con la provincia de Frigia. El senado rescindió las actuaciones del cónsul, acusado de soborno, pero Mitrídates mantuvo la posesión de Frigia hasta su muerte. También incrementó el poder de su reino por el matrimonio de su hija Laodicea con Ariarates VI de Capadocia.

Murió asesinado en Sínope en una conspiración de su entorno inmediato, que posiblemente incluía a miembros de su familia.

Mitridates VI Eupator  (132 – 63 AC)
Creció en la ciudad póntica de Sinope, siendo el primer hijo de Mitrídates V y Laodice VI. Cuando su padre fue asesinado en 120 AC, envenenado en un banquete, abandonó el reino, dejando el gobierno a su madre, Laodice VI, y a su hermano menor, Mitrídates Chrestus. Ni él ni su hermano estaban en edad de gobernar, y la madre actuó como regente, del 120 al 113 AC.

Mitrídates VI volvió a Ponto entre 116 y 113 AC, depuso a su madre y a su hermano, y los metió en prisión, donde posiblemente murieron. Poco después se casó con su joven hermana de 16 años, Laodice del Ponto.

Había recibido una educación muy amplia y se decía que hablaba veintidós lenguas.

Su reinado personal comienza en 112 AC, cuando tenía unos 20 años de edad. Rodeado de consejeros griegos y contando con un poderoso ejército, retomó de inmediato la política expansionista de su padre, intentando unificar todas las tierras a orillas del mar Negro: Bitinia, Táurica y Capadocia.

Mitrídates comenzó la modernización de su ejército reclutando a 6.000 mercenarios griegos, acostumbrados a combatir en formación cerrada con sus escudos y lanzas. Contrató a gran número de conductores de carros y se esforzó en formar un potente contingente de caballería. También reclutó marineros griegos, para crear una potente armada. Los barcos de Mitrídates comenzaron a dominar el mar Negro, gracias en parte a que los piratas eran sus aliados, y se repartían las ganancias.

Mitrídates inicio también un intensivo programa de construcción de fortalezas. Cada una de ellas contenía cisternas subterráneas, depósitos de armas y provisiones, y una parte del tesoro real, básicamente grandes cantidades de oro y plata, que Mitrídates creyó conveniente repartir por todos los puntos fuertes de su reino.

La enorme fortuna de Mitrídates provenía de distintas fuentes. El reino del Ponto obtenía pingues beneficios gracias a los impuestos y al control que ejercía sobre la navegación y el comercio terrestre en el mar Negro. Grano, pescado en salazón, vino, aceite de oliva, miel, oro, hierro, cuero, pigmentos y colorantes, cera de abeja, lana, lino, etc., salían de cualquier puerto del mar Negro y pasaban al mar Mediterráneo, llegando a los puertos de los reinos más poderosos y ricos de la época.

Las excelentes relaciones de Mitrídates con los piratas del mar Negro también le proporcionaban gran cantidad de riqueza, gracias sobre a todo al comercio de esclavos y el mercado negro de los frutos del saqueo de ciudades a lo largo de todo el mediterráneo oriental. Piratas con bases en Creta, Cilicia, las costas de Siria y el mar Negro constituían un poder político y militar de primer orden por sí mismos. No se limitaban a abordar naves mercantes en mar abierto y secuestrar pasajeros para exigir rescate a sus familias, sino que realizaban frecuentes sangrientas incursiones terrestres donde capturaban cientos de esclavos e incluso ponían sitio a las ciudades amuralladas, abandonándolo solo cuando recibían una gran cantidad de oro o plata.

Durante el periodo helenístico los piratas habían ofrecido sus servicios como mercenarios a los distintos diádocos (sucesores de Alejandro Magno) y epígonos (descendientes), y Mitrídates no dudo en continuar con la exitosa política de su padre con respecto a los piratas.

Mitrídates también alentó el comercio con Atenas y las islas griegas, y ejerció gran influencia sobre Armenia, Siria, Partia, Egipto y Anatolia.

Mitrídates VI tuvo esposas y amantes, con las que tuvo varios hijos. Los nombres que dio a sus hijos son una representación de su herencia y ascendencia persa y griega.

Su primera esposa fue su hermana Laodice. Estuvieron casados desde el 114 hasta aproximadamente el 90 AC. Tuvieron varios hijos. Sus varones fueron Mitrídates, Arcatio, Machares y Farnaces II. Sus hijas fueron Cleopatra del Ponto y Dripetina (una forma diminuta de Dripetis). Durante una de las ausencias de Mitrídates, Laodice cometió adulterio, y a la vuelta del rey, fue ejecutada.

Su segunda esposa fue una noble macedonia griega, Monime. Estuvieron casados aproximadamente desde el 88 al 72 AC. Tuvieron una hija, Atenea, que se casó con el rey Ariobarzanes II de Capadocia. Sus siguientes dos esposas también fueron griegas: estuvo casado con su tercera esposa Berenice de Chios, desde el 86 al 71 AC. Su cuarta esposa, Stratonice del Ponto desde el 86 al 63 AC, le dio un hijo llamado Xiphares. Se desconoce su quinta esposa. Su sexta esposa se llamaba Hypsicratea, era famosa por su lealtad y destreza en la batalla, era caucásica y se casaron desde una fecha desconocida hasta el 63 AC.

Una de sus amantes era la princesa celta de Galacia Adobogiona la Mayor, Le dio dos hijos: uno llamado Mitrídates I del Bósforo y una hija llamada Adobogiona la Joven.

Sus hijos nacidos de sus concubinas fueron Ciro, Jerjes, Darío, Ariarates IX de Capadocia, Artafernes, Oxatres, Fénix y Exipodras, nombrados en honor a los reyes del Imperio persa, del cual afirmaba su ascendencia. Las hijas nacidas de sus concubinas fueron Nysa, Eupatra, Cleopatra la Joven, Mitridatis y Orsabaris.

Sumisión del Bósforo
Con los recursos necesarios y un ejército capaz, inició un programa de expansión principalmente en la dirección opuesta a los dominios romanos. Rápidamente, se apoderó de la Cólquida (Calcis).

El siguiente objetivo era convertir el Ponto Euxino (mar Negro) en su lago personal, para ello había que someter a los escitas, los pueblos nómadas que habitaban la costa norte y saqueaban periódicamente las ciudades griegas de la zona sin apenas oposición. Los griegos se veían obligados a pagar grandes tributos por la protección que unas tribus escitas les proporcionaban sobre otras. Merodeadores sármatas, tracios, roxolanos, etc., exigían cada vez tributos más altos.

A principios de su reinado, Mitrídates recibió una embajada del reino del Bósforo Cimerio. El rey Parisades pedía ayuda a Mitrídates para proteger el norte de mar Negro de los merodeadores escitas. Acosados bajo los golpes interminables de los escitas, había perdido su territorio uno tras otro, al final, reduciéndose casi al tamaño de la capital.

Su llamada fue escuchada. El rey póntico Mitrídates VI Eupator vio en la situación actual una excelente oportunidad para expandir su influencia y no dudó en aprovecharla. Un ejército dirigido por el comandante Diofanto junto con el almirante Neoptolemo, partieron hacia las costas de la península de Crimea desde el lado del Ponto para ayudar a los griegos.

Diofanto, al llegar al lugar, lideró la lucha contra los escitas y logró obtener varias victorias importantes. Después de eso, partió hacia el reino del Bósforo, con el fin, muy probablemente, de evitar su posible alianza militar con Escitia Menor.

Habiendo cubierto la retaguardia de un posible golpe, Diofanto repuso sus reservas en Quersoneso y se adentró en Escitia, donde durante las batallas logró conquistar las fortalezas de Nápoles, Khabei, Kerkinitida y comenzar el asedio del Puerto Hermoso (Kalos Limen).

El rey escita Palak, que se opuso a Diofanto, se unió a los sármatas roxolanos (en el texto se les llama «revxinals»), trató de vengarse, pero el comandante póntico nuevamente logró obtener una gran victoria sobre los bárbaros.

Habiendo finalmente enfrentado la amenaza de una invasión militar de Quersoneso, volvió a dirigirse al reino del Bósforo, donde “organizó perfectamente los negocios allí y fue útil para Mitrídates Eupator”. Al parecer, el último rey Perisades V era muy consciente de los éxitos de Diofanto y, al no tener hijos, al no poder resistir a la constante amenaza de una invasión bárbara, accedió voluntariamente a entregar las riendas del gobierno a Mitrídates VI Eupator en el año 112 AC. El reino del Ponto se anexionaba Crimea y la península de Taman, y las ricas ciudades de Fanagoria y Pantikapaion se convirtieron en residencias reales del reino. Además de conseguir gran cantidad de guerreros nómadas, Mitrídates se aseguraba el suministro de grandes cantidades de grano de las estepas.

La aparición en Crimea de una fuerza tan impresionante, así como la derrota de los escitas, parecían haber puesto fin a una serie de conflictos y traído la paz a la región. Pero historia captura eventos ligeramente diferentes. Los escitas derrotados, pero no rendidos, no querían soportar la pérdida de influencia en el reino del Bósforo. Liderados por un tal Savmak, lograron llevar a cabo un golpe militar, matando a Perisades V y obligando a Diofanto a huir de Panticapaeum en un barco quersoneso.

El reinado de Savmak en el Bósforo duró aproximadamente un año y terminó con Diofanto, quien reunió nuevas fuerzas, lanzó una operación punitiva, durante la cual capturó las ciudades que apoyaron el golpe, castigó a los instigadores y expulsó a Savmak del reino pontino.

Sea como fuere, el reinado de Savmak no duró mucho, y como resultado de estos crueles eventos, alrededor del 107 AC, Mitrídates VI Eupator fortaleció su poder sobre el reino del Bósforo Cimerio y, de hecho, toda la región del norte del mar Negro.

Poco tiempo después, las tropas del Ponto conquistaban la Cólquida (Colcis), un territorio estratégicamente situado en el este del mar negro, al norte de la Iberia Caucásica. Por el oeste, Mitrídates se alió con tracios, bastarnos y roxolanos.

El plan de Mitrídates consistía en crear una zona de intenso comercio por toda la costa del mar Negro. El plan beneficiaría a todos los pueblos de la zona, incluso a los escitas, que estaban comenzando a asentarse en ciudades. El plan del rey póntico era totalmente contrario a la rapacidad y la avaricia de Roma, que imponían unos enormes impuestos a sus «aliados», situación que solía terminar en serios problemas.

Mitrídates esperaba extender una prosperidad mutua, con unos impuestos asequibles a todos, en un ambiente pacífico. Rápidamente, los pueblos que habían estado bajo la esfera comercial de Roma vieron los beneficios de unirse a la esfera comercial de Mitrídates.

Golpe de Estado de su esposa
El problema para Mitrídates eran las zonas que pertenecían a la esfera política romana, como Capadocia, Bitinia, Galatia, Frigia, etc. El centro de la provincia romana de Asia estaba repleta de tropas romanas, colonos romanos, administradores y recaudadores de impuestos romanos, etc. Mitrídates necesitaba información de lo que ocurría en esas zonas.

En el año 110 AC, Mitrídates salió de Sinope con un grupo reducido de amigos. Por razones de seguridad, marchó sin avisar a nadie, ni siquiera a su esposa, la reina Laodice.

Viajando de incógnito, el grupo viajó por Capadocia, Bitinia y Galatia, recabando información para futuras campañas. El viaje duró más de un año, y a su vuelta a Sinope, Mitrídates se encontró con una desagradable sorpresa.

Tras esperar la vuelta de Mitrídates durante algunos meses, la reina Laodice, los eunucos de la corte real y los amigos de Mitrídates que no habían marchado con él, pensaron que había muerto. La misma reina y la propia hermana del rey, anunciaron públicamente su muerte. Y después, la joven viuda trato de consolarse con algunos de los amigos del rey.

A su regreso a Sinope, Mitrídates fue recibido jubilosamente por los ciudadanos de la ciudad, que ignoraban cuando había partido. Alguno de ellos incluso le felicitó por su reciente paternidad, ya que su esposa, la reina Laodice, acababa de dar a luz hacía pocas semanas.

A Mitrídates, que llevaba más de un año sin ver a su esposa, no le salían las cuentas. Evidentemente, el niño no era suyo. Ocultando su rabia, abrazó a su esposa cariñosamente, y después se dirigió al cuarto en donde se encontraban reunidos sus hijos, para contarlos uno a uno. Efectivamente, había uno de más.

Mitrídates se llevó aparte a dos de las cuidadoras de los niños, confidentes suyas encargadas de espiar a la reina. Ambas confirmaron las sospechas de Mitrídates: la reina había quedado embarazada por uno de los amigos del rey. Además, le advirtieron que la reina planeaba envenenar su comida esa misma noche, en el festín en el que se iba a celebrar la llegada del rey.

Mitrídates no perdió el tiempo, e inmediatamente hizo ejecutar a su esposa. Y para estar seguro de que había castigado al responsable del embarazo de la reina, ordenó también ejecutar a todos sus amigos que habían quedado en Sinope.

Al bastardo, llamado Artafernes, se le permitió vivir, quizás en un futuro fuera útil a las maquinaciones de Mitrídateso.

Enfrentamiento con Roma
Mitrídates pudo hacer todo esto sin la intervención romana, pues la atención de Roma estaba puesta en Yugurta, en el norte de África. No tenía tiempo para preocuparse por un reyezuelo oriental que combatía en montañas y costas remotas.

Roma era uno de los principales receptores del grano escita, y cuando las noticias de la exitosa campaña de Mitrídates llegaron al senado romano cundió la sospecha y la preocupación. Pero Mitrídates fue muy inteligente, y rápidamente garantizo a los romanos que el grano no dejaría de llegar a Roma.


En el año 91 AC, expulsó de su trono al rey Nicomedes IV de Bitinia. Pese a la que estaba involucrada en la Guerra Social Romana, Roma reaccionó inmediatamente. Bitinia era su leal aliada y Roma debía prestarle ayuda. Ordenó firmemente a Mitrídates que se retirase de Bitinia, y el monarca del Ponto, sorprendido de la cólera romana, lo hizo. Al no estar preparado entonces para una guerra contra Roma, Mitrídates se sometió y prometió tropas auxiliares para la Guerra Social que en esos momentos se estaba librando en Italia.

La leyenda más conocida de Mitrídates VI, es la pasión con los venenos, se dice que experimentaba con prisioneros, y que él mismo se inmunizó en un intento por protegerse de posibles envenenamientos. Acostumbraba a experimentar los efectos de los tóxicos con delincuentes convictos y consigo mismo, buscando un antídoto que lo mantuviera a salvo de posibles intentos de asesinato, lo cual encontró en el mitridato, una mezcla de sustancias vegetales y animales atribuida a su invención, que le permitió inmunizarse.

Según cuenta Apiano en Historia romana, cuando fue derrotado por Pompeyo, Mitrídates VI intentó suicidarse ingiriendo veneno para evitar su captura por los romanos, pero al estar inmunizado debió recurrir a uno de sus oficiales para que le provocase la muerte a espada. Dión Casio y Juniano Justino, también hacen referencia a su resistencia al veneno. Aulio Cornelio Celso, enciclopedista romano del siglo I AC, recogió en su obra »De Medicina» la composición del Mitridato o Mithridatium.

Las guerras Mitridáticas fueron llevadas a cabo entre el rey Mitrídates VI y la República romana fueron 3 y se extendieron a lo largo de 30 años.

Reino del Ponto con Mitridates VI
El Ponto limitaba al noroeste con el reino de Bitinia, que un siglo antes había sido el último refugio de Aníbal Barca, y que ahora era aliado de los romanos. Al sur estaban Galacia y Capadocia, cuya historia era semejante a la del Ponto. Galacia era­ llamada así porque tribus galas que habían invadido Asia Menor dos siglos antes se habían establecido allí. Al este desde el mar Negro hasta el Caspio, al sur de las elevadas montañas del Cáucaso, estaba Armenia.

Sociedad póntica
La información disponible, salvo de los últimos reyes pónticos, es muy escasa y fragmentaria. Existen importantes epígrafes y la coincidencia de que el antiguo historiador Estrabón fuera natural de Amasia, la antigua capital del Ponto.

Las costas de Anatolia llevaban siglos recibiendo la influencia griega a través de las numerosas colonias que allí se establecieron. Son destacables las dos ciudades que fueron capitales del Reino del Ponto: Amasia y Sinope.

El reino del Ponto se caracterizó por una marcada distinción entre la clase rural y la urbana. La distancia social entre las clases altas y las bajas fue acentuada por las diferencias culturales prevalentes entre ellas. Las ciudades costeras estaban plenamente helenizadas; en cambio, solo se puede especular que en algunas zonas rurales penetró la civilización griega. Los territorios montañosos lejanos a la costa siguieron aferrándose tenazmente a sus antiguos lenguajes, costumbres y formas de vida.

Sin lugar a dudas, el Ponto es un ejemplo más de la propagación de la cultura helénica después de las conquistas de Alejandro en otras regiones bárbaras. Esto también afectó a la concepción e idea de la realeza, que se vio envuelta en círculos griegos cada vez más influyentes y poderosos, terminando por adoptar las pautas de educación y los criterios sucesorios que predominaban en las grandes dinastías macedonias. Sin obviar la permanencia de ciertos rasgos ancestrales, que permanecieron posiblemente con vistas a legitimar al heredero respecto a la nobleza irania y al conjunto de población indígena; en particular la población rural, a la que gustaba ver en el rey la encarnación tradicional de la soberanía, al margen de unos cambios que afectaban ante todo a algunas élites de la sociedad póntica.

La cultura del Reino del Ponto fue una síntesis entre la civilización irania y la helénistica, conservando elementos de la época persa e introduciendo otros nuevos procedentes del helenismo. Hubo una evolución gradual hacia este último. Se especula con que, al no tener una lengua propia, se hablaba una amplia variedad de lenguas procedentes de algunas regiones de Anatolia, armenio, cario, frigio, griego, gálata, lidio, licio, pisidio, sidético o tracio. Sin embargo, a partir del siglo III AC, la región se considera muy helenizada, por lo que es probable que el griego fuese entonces el idioma predominante. Es posible que los descendientes de la aristocracia persa utilizasen el persa antiguo, un dialecto iranio de la rama suroccidental, emparentada con el medo, perteneciente a la noroccidental.

A lo largo del Ponto, se practicaban distintas religiones correspondientes a las tradiciones de los pueblos iranios y los nuevos ritos introducidos durante la helenización. Los dioses más venerados fueron Zeus, Afrodita y Heracles. Entre los otros dioses indo-iranios reverenciados en el Ponto se incluye Mitra, deidad solar asociada a la nobleza y los guerreros. El Ponto, junto con Partia, fue uno de los refugios principales del mazdeísmo, la vieja religión persa. El propio nombre Mitrídates, nombre de la mayoría de los reyes del Ponto significa don de Mitra.

Según algunos indicios, en el Ponto el derecho de sucesión recaía en el varón primogénito escogido por el soberano, siendo en ocasiones su propio hermano. El criterio parece basarse únicamente en la opinión real, sin tener en cuenta a la nobleza ni al ejército. Existe constancia de que la corte póntica con sede en Sínope se hallaba organizada según el modelo helenístico, con una serie de dignatarios (phíloi), que forman parte del consejo real (synédrion).

La admiración de los reyes por la continuación de las costumbres orientales que establecían cierta providencia divina, junto con la costumbre griega de rendir culto a los héroes, dio la base y la forma externa al culto de la dinastía real. Es destacable la imagen mítica de la infancia de Mitrídates VI, llena de tópicos comunes a los reyes fundadores de grandes imperios, debiendo superar numerosas pruebas. Debió pasar un periodo de ascenso, demostrar su capacidad y su control sobre los elementos naturales, combatir con fieras, todo ello con el fin de crear una imagen de ser divino elegido y predestinado a la gloria.

Ejército póntico
Es evidente que el ejército póntico, cuyos gobernantes eran de origen persa, pero fuertemente helenizados, estaría compuesto por guerreros de estilo griego y guerreros estilo persa.

El ejército antiguo, en los inicios del año 300 AC, era probablemente todavía en gran medida del estilo persa. Podría haber contado con lanceros, arqueros a pie protegidos por sparabaras, mercenarios montañeros como las tropas ligeras de asalto y mercenarios griegos tipo hoplita o falangita. Las unidades de élite serían probablemente del estilo de los takabara reales y los kardaces. La caballería póntica caballería estaría compuesta por arqueros a caballo, reclutados entre los escitas e incluso sármatas de las estepas pónticas. También contaría con jinetes locales de Capadocia.

En los últimos tiempos, a partir del 150 AC, el ejército póntico estaba muy influenciado por el ejército seleúcida, alcanzando su mayor poder en el reinado de Mitrídates VI.
Unidades de élite pónticas: carros de guerra con conductor y acompañante, caballería pesada posiblemente la Agema o guardía real, arqueros a pie y falange hoplita.  Autor Ángel García Pinto
Los ejércitos de Mitrídates VI del Ponto eran muy diversos y habían evolucionado con el tiempo. Durante sus primeras campañas tropas de Mitrídates eran bastante similares a los de cualquiera de los reinos asiáticos de la época helenística. El núcleo de sus primeros ejércitos eran los escudos de bronce, muy probablemente contratado de entre las poblaciones griegas del Ponto o mar Negro. Estaban armados como falangitas macedonios tradicionales, ya que la población griega de Ponto era relativamente pequeña, es probable que fuera suplementada con contingentes de Asia, principalmente los leucosyri una de las tribus más pobladas del Ponto.

Mitrídates también habría utilizado falanges hoplitas tradicionales de sus propias ciudades griegas. Además, Mitrídates habría tenido acceso a los lanceros de Anatolia, desde áreas como Caria, Licia, Capadocia y Galacia que tradicionalmente tenían métodos de guerra similares a los griegos y romanos. También los esclavos liberados componían una gran parte de sus unidades de falange tradicionales, muchos de estos en su mayoría armados ligeramente como thureóforos o peltastas.

También es muy probable que hubiera tenido como unidades agema o guardia personal como los reyes persas y los sucesores o epígonos. Mitrídates estaba muy orgulloso de mostrar su herencia asiática no parece improbable que también hubiera tenido una unidad de guardia específica siguiendo el modelo de los persas. Los eunucos eran comunes también en el Ponto, y aunque es posible que no formaran sus propias unidades, pero definitivamente actuaron como agentes de Mitrídates y para vigilar el harén y la mujer real, que podría ser una unidad históricamente como “guardia eunuca”. Por último, unidades de catafractos sármatas actuaron como la caballería de élite de Mitrídates.

La mayoría de los ejércitos pónticos se hicieron con hombres de todas partes de Asia Menor con sus propias fortalezas y debilidades. Los paflagonios era común ser empleados como caballería e infantería ligeras. Los mosynoeci, eran diestros en emboscadas, pero iban poco protegidos y se utilizaban con infantería ligera. Los chalybes eran expertos en el trabajo del metal y tenían buen armamento y corazas, se usaban como infantería pesada. Los estados del templo de Ponto y el resto de Asia Menor podrían haber proporcionado a sus propias tropas para ayudar a los reyes del Ponto. Y las tribus caucásicas de las montañas orientales habrían proporcionado algunas excelentes tropas de montaña, pero con poca disciplina.

La caballería era considera lo mejor de los ejércitos del Ponto, tenían unidades específicas de caballería griega (posiblemente caballería de ciudadanos) y especificas asiáticas de arqueros a caballo, pero no contaba con catafractos, estos eran mercenarios contratados.

Las fuerzas armadas se componía del ejército terrestre con la caballería e infantería, y la armada que contaba principalmente con penteconteras, birremes y trirremes.

Infantería ligera
Contaba con tropas ligeras o peltastas eran reclutados principalmente en Paflagonia y Frigia y en las montañas del Cáucaso como íberos, albanos, georgianos.

Infantería pesada
Falange falangita
En cuanto a la infantería pesada contaba con falanges tipo falangita armados con sarisas, Plutarco los describe «Los bárbaros (pónticos) extendieron hacia delante sus largas astas, y trataron de apretarse entre sí, para mantener su primera línea unida y compacta, mientras que los romanos les arrojaban sus pila«. Les había de dos tipos la mercenaria que era muy superior y los katoikoi o locales, que eran muy inferiores.

Falange hoplita
Los había también locales y mercenarios, iban armados del escudo u hoplón y lanza de acometida.

Argiraspidos
Eran los sucesores de los hipaspistas, más ligeros y maniobrables que los falangitas y hoplitas, solían actuar como la guardia real de infantería, estaban acuartelados en Sinope y su número sería 3.000 como en los ejércitos seleúcidas.

Tureóforos
Se distinguían usualmente de los peltastas y de la formación hoplita, y parece que operaban en un lugar intermedio entre ambos, llevaban el thureos o escudo ovalado varias jabalinas, lanza y espada recta. A menudo apoyaban a las tropas ligeras y parecían ser capaces de actuar de una manera similar a la de los peltastas. Estaban bien adaptados a las necesidades tácticas de los Estados más pequeños, sobre todo a la defensa fronteriza. Eran móviles y podían avanzar rápidamente en terrenos variados. Según Plutarco, podían luchar como escaramuzadores y luego replegarse, coger las lanzas y apretar las filas, formando en falange.

Machiraphoroi
Eran unidades locales equipadas y entrenadas como las legiones romanas. Fueron utilizadados por primera vez durante la Segunda Guerra Mitridiatica. Algunos de ellos eran esclavos libres, justo en el mismo concepto que las legiones de Mario, pero la mayoría eran reclutas armenios, como  ha dicho Apiano. Sus equipos eran similares a los romanos, pero llevaban xyphos como arma principal, junto con dos pilum, y como escudo ovalado o  thureos, también llevaban cota de malla. Su instrucción no era equiparable a la de los romanos, su instrucción mejoró mucho con la llegada del general sertoriano Marco Valerio. Su acción fue decisiva en la batalla de Ennium (61 AC) en el que flanqueaban la falange bajo el mando Farnaces.


Caballería ligera
En su mayor parte, estaba compuesta por arqueros a caballo principalmente escitas de las estepas pónticas, principalmente de la región de Mardia. Llevaban una túnica y un pantalón sencillo, similar a las tropas partas, su arma principal era el arco compuesto, disparaban en movimiento y eran capaces de realizar el tiro parto. Nunca chocaban con el enemigo, retirándose antes del choque, Dión Casio nos lo cuenta: «Los bárbaros mardos atacaban y se retiraban no sufriendo ninguna pérdida, por el contrario, lanzaban flechas contra los atacantes, mataron a muchos e hirieron a muchos. Las heridas eran de cicatrización dolorosa y difícil. Utilizaban doble punta en las flechas, de tal manera que se proporcione una muerte inmediata, es que quedaban atrapadas en la carne, cuando se extraía, la segunda punta se mantenía clavada».

También emplearon unidades de hippeis o jabalineros a caballo, principalmente frigios, portaban un escudo y varias jabalinas que lanzaban al enemigo.
Caballería pesada
La agema o guardia real
Estaba formada de forma similar a los reyes seleúcidas, serían unos 3.000 y compondrían la élite de la caballería, eran arqueros-lanceros, y no irían tan protegidos como los catafractas, llevando sólo protección petral. Se puede considerar mas bien una caballería media.

Lanceros
El ejército póntico contaba con lanceros de la zona principalmente carios, licios, capadocios, gálatas, etc. se puede considerar como caballería media.

Catafractos
Estos famosos jinetes pesados eran probablemente los mercenarios más costosos, pero eran realmente impresionantes, eran bien sármatas o bien  armenios que eran muy similares a los partos e iban montados en caballos niseos. Los caballos pesar del peso que tenían que soportar, seguían siendo rápidos y ágiles, utilizaban su temible kontos como arma principal, e incluso una espada o maza en el cuerpo a cuerpo. El jinete y caballo estaban completamente revestidos con una armadura de escamas, que era ligera y flexible, pero impenetrable para cualquier arma arrojadiza, llevaban el típico yelmo compuesto sármata de forma cónica.

Carros de guerra
Mitridates contaba con una unidad de élite de 150 carros de guerra falcados parecidos a los que se habían usado en el ejército seleúcida. Aunque ya estaban totalmente obsoletos al comienzo de las guerras Mitridáticas, eran una antigua tradición del este, preservada, por tanto, por el reino del Ponto como por los seléucidas, probados con éxito muchas veces contra ejércitos poco disciplinados o desprotegidos, necesitaban de terreno llano y despejado para su utilización. El puesto del conductor estaba revestido con placas de hierro y paneles de madera, y el propio piloto estaba fuertemente protegido.


Mitrídates se convirtió durante treinta años en la pesadilla de Roma

Desde el año 291 a.C., el Ponto, la zona montañosa al noreste de Anatolia (la actual Turquía), estaba gobernado por una dinastía de origen persa; como la mayoría de sus reyes, incluido su fundador, se llamaron Mitrídates, se habla de dinastía mitridática. Fue Mitrídates VI, apodado Eupátor, "Buen Padre", quien llevó el reino del Ponto a su máximo apogeo y fue durante décadas una auténtica "bestia negra" para Roma, cuando ésta empezaba a extender su poder por Oriente.
Los primeros años de Mitrídates se encuentran rodeados de leyendas. Se decía que cuando nació en Sínope (en 132 a.C.) un cometa apareció en el cielo presagiando su extraordinario destino; y que le alcanzó un rayo que sólo quemó sus pañales y le dejó una marca en la frente. Cuando su padre Mitrídates V murió, tal vez envenenado, se convirtió en rey con tan sólo once años, pero se retiró prudentemente de los peligros e intrigas de la corte, mientras su madre Laódice actuaba como regente. Cuando tenía unos veinte años volvió a la capital y se hizo con el poder efectivo; no dudó en desembarazarse de su madre y de su hermano encerrándolos en prisión hasta su muerte o, según otros, ordenando que los mataran.

Mapa que muestra en morado oscuro el reino del Ponto antes de Mitrídates VI y en morado claro, las conquistas de este.
 
Mitrídates fue un personaje fuera de lo común. Destacaba por su gran estatura y su fuerza. En su juventud vivió en regiones salvajes de su reino y endureció su cuerpo con la práctica de la caza y la equitación. Hombre inteligente y con excelente memoria, aprendió las lenguas de los veintidós pueblos que conformaban su reino. Apiano escribió: "Era sobrio y sufrido en los trabajos y sólo cedió a los placeres de las mujeres". Tuvo, en efecto, numerosas esposas y concubinas, mujeres de todas clases de las que se encaprichaba durante sus viajes. 

Ambicioso y audaz, Mitrídates quiso desde el primer momento crear un gran reino en Anatolia y en torno al mar Negro. Pronto extendió su dominio a la Cólquide (la actual Georgia) y la mayor parte de las costas que rodean el mar Negro por el este hasta Crimea (donde defendió a las ciudades griegas del ataque de los escitas). Anexionó asimismo las regiones limítrofes de Capadocia, Paflagonia y Galacia, y, para asegurarse la alianza de la poderosa Armenia, casó a su hija Cleopatra con el rey Tigranes. 

Para asegurarse la alianza de la poderosa Armenia, Mitrídates casó a su hija Cleopatra con el rey Tigranes 
Pero el sueño expansionista de Mitrídates tropezaba con un obstáculo: la presencia de Roma en el oeste de Anatolia, donde poseía la zona costera del Egeo –la provincia de Asia– y mantenía bajo su protección a un reino de gran importancia estratégica, Bitinia. Los romanos también ambicionaban expandirse hacia el este, y en el año 89 a.C. el legado consular romano en la provincia de Asia, Manio Aquilio, indujo al rey de Bitinia a declarar la guerra a Mitrídates. Pero este se había preparado secretamente para un conflicto con Roma.

Al frente de un ejército formado por nuevos reclutas, que llevaban armas decoradas con oro y armaduras con brillantes joyas, el rey del Ponto invadió Bitinia sin encontrar apenas resistencia. A continuación entró en la provincia de Asia, cuyos habitantes llevaban décadas sufriendo la feroz explotación de los gobernadores y los recaudadores de impuestos romanos, los publicanos. El vencedor, en teoría un "bárbaro", fue acogido en las ciudades griegas como un libertador y se le llamó "salvador de Asia" y "nuevo Dioniso".
Pero Mitrídates no se conformó con la victoria militar. En el año 88 a.C., para garantizarse la lealtad de sus nuevos súbditos, dio órdenes secretas desde Éfeso para que en un mismo día fuesen asesinados todos los ciudadanos itálicos de la provincia, con sus esposas, hijos y libertos. Fue una de las masacres más terribles de la historia.

El día fijado, los griegos de la zona se entregaron a la carnicería. Los romanos fueron reunidos y abatidos en masa; la muchedumbre mató sin piedad incluso a aquellos que buscaron refugio en los templos y se abrazaron a las estatuas de los dioses. Los suplicantes acogidos en el templo de Ártemis de Éfeso, lugar de asilo desde tiempos remotos, fueron arrastrados al exterior y asesinados. Según las fuentes antiguas, unos 80.000 itálicos murieron en aquella sangrienta jornada. 

El propio Mitrídates dio un ejemplo de crueldad que impresionó a sus contemporáneos. Había logrado capturar al legado romano Manio Aquilio, al que llevó a Pérgamo cargado de cadenas y lo exhibió en la ciudad atado a un asno. Luego mandó fundir algunos objetos de oro y ordenó que vertieran el ardiente líquido por la garganta del condenado. La bárbara ejecución tenía por fin censurar el ansia de riqueza de los romanos. Según un historiador romano, Mitrídates clamó: "Belicosos contra toda nación, pueblo y rey bajo el sol, a los romanos sólo los mueve un motivo: la arraigada codicia de imperio y riquezas".

El implacable soberano también difundió una supuesta profecía de la Sibila de Cumas según la cual aparecería un gran rey de Oriente con la misión de vencer y humillar a la potencia romana. El anuncio pareció cumplirse del todo poco después, cuando un general de Mitrídates cruzó el Egeo y tomó la isla de Delos, que Roma había convertido en un gran centro comercial; 20.000 personas, en su mayor parte romanos, fueron ejecutadas. Casi toda Grecia, con Atenas a la cabeza, se pasó al bando de Mitrídates, creyendo que de este modo recobraría la independencia. 

Sin embargo, todo cambió cuando el general romano Sila se presentó en Grecia con sus legiones, en 87 a.C. Sila asaltó Atenas y venció sin mucho esfuerzo en diversas ocasiones a los ejércitos de Mitrídates, que no eran rival para las disciplinadas legiones. El soberano del Ponto, aprovechando que Sila deseaba volver cuanto antes a Roma, firmó una paz por la que renunciaba a sus conquistas y pagaba una indemnización por los gastos de guerra, pero mantenía intacto su reino.
Roma, sin embargo, no podía olvidar tan fácilmente lo sucedido. El desafío de Mitrídates exigía un castigo ejemplar. Entre los años 83-81 a.C. se desarrolló la segunda guerra mitridática; el general Licinio Murena invadió el Ponto, pero tuvo que retirarse. La tercera y definitiva guerra estalló cuando Roma heredó Bitinia al morir su rey, Nicomedes IV, en el año 74 a.C. Al año siguiente, Mitrídates invadió Bitinia con un nuevo ejército, organizado en cohortes y armado con la mortífera espada corta y el escudo romanos.

El momento parecía propicio: Roma estaba ocupada en una guerra en Hispania contra Sertorio (un renegado romano con el que Mitrídates intentó concertar una alianza) y en la revuelta de Espartaco en Italia. Pero al mando de las operaciones romanas se encontraba un general enérgico y de talento, Lúculo, que cortó las líneas de suministro del ejército enemigo y lo obligó a retirarse en total desorden. 

La situación era tan desesperada para Mitrídates que este envió a un eunuco de su confianza para obligar a que sus hermanas y esposas se suicidaran antes que caer en manos de los romanos. Él, en cambio, consiguió huir a Armenia, donde fue acogido por su yerno Tigranes. Durante varios años, Lúculo mantuvo el acoso contra el fugitivo, hasta que un motín de sus legionarios convenció al Senado de la conveniencia de reemplazarlo. En la primavera del año 66 a.C. cedió el mando a Pompeyo, el vencedor de Sertorio y de Espartaco. 


Mitrídates había vuelto a su reino del Ponto, pero ya no estaba en condiciones de presentar batalla. Una noche, Pompeyo sorprendió a su ejército y lo derrotó por completo. Mitrídates logró escapar con parte de sus tropas e intentó refugiarse de nuevo en Armenia, pero fue rechazado. Entonces huyó a la Cólquide y desde allí marchó al reino del Bósforo Cimerio, en la actual Crimea. Únicamente le seguían unas pocas tropas leales y una de sus esposas, Hipsicratea, la cual, por amor al monarca, aprendió a utilizar las armas y cabalgaba siempre junto a él, con el pelo corto y vestida como un soldado. 


En Crimea, Mitrídates intentó reclutar un nuevo ejército, e incluso soñó con establecer una alianza con los galos para llevar la guerra hasta la misma Roma. Pero estas ilusiones se desvanecieron cuando fue traicionado por Farnaces, su hijo más querido y al que había designado en numerosas ocasiones como su sucesor. Farnaces, deseando poseer el reino del Bósforo con el beneplácito de Roma, decidió encerrar a su padre en sus aposentos.
Temiendo caer en manos romanas, el rey sacó un veneno que siempre llevaba consigo oculto en la funda de su espada y lo bebió, pero no le causó ningún efecto porque a lo largo de su vida, por temor a ser envenenado, había consumido toda clase de antídotos para desarrollar inmunidad. Entonces exclamó contrariado: "Cuando me previne contra todos los venenos, no lo hice contra el más penoso y familiar para los reyes: la deslealtad de su ejército, de sus hijos y amigos"; y le pidió a un oficial de su guardia que lo atravesara con su espada. Éste así lo hizo. Farnaces envió el cuerpo a Pompeyo, que lo enterró con todos los honores en Sínope. 

El reino del Ponto, junto con Bitinia, se convirtió, así, en provincia romana.


 

 

 

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