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INSTITUCIONES Y COSTUMBRES DE LOS ETRUSCOS

  La monarquía Etrusca - Arre caballo!

 Organización política  

La civilización etrusca fue una civilización eminentemente urbana a diferencia de la de los pueblos itálicos circundantes entre los que predominó la vida rural. 

 La historia etrusca, como la de Grecia, fue la historia de un número determinado de ciudades poderosas e independientes, unidas por sentimientos de fraternidad, raza y religión, pero que jamás consiguieron llevar a término una efectiva unidad política.
Los nombres de sus doce tribus derivan de los de sus ciudades más importantes —por ejemplo, Ia Volsinienses de Volsini, y la Tarquinienses de Tarquinia— y cada una de ellas ocupó un trozo de territorio que dependía estrecham ente de su capital. Roma se benefició en gran m anera de este estado de desunión de la nación enemiga.

  No obstante, los lazos federales, que siempre fueron muy lasos, facilitaban los contactos y, en ocasiones, las acciones comunes. 

 Cada año, y en caso de peligro, las doce tribus convocaban una asamblea general en el santuario de Voltumna, conocida con el nombre de concilium Etruriae.

 

 La lista de las doce metrópolis o capitales de Etruria debió cambiar en el transcurso de los siglos, pero su número fue siempre el mismo hasta que el Imperio romano lo elevó a quince. 

 Hacia la m itad del siglo VI, se impuso la necesidad de formar la Liga Etrusca sobre las bases de la Confederación Jónica del Asia Menor que también agrupaba a doce ciudades bajo la protección del santuario de Diana de Efeso. 

  El carácter de la Liga era esencialmente de caracter  religioso; sus actividades políticas y militares eran aspectos derivados y un tanto secundarios.

  La asamblea política se celebraba en ocasión de los festivales religiosos panetruscos; éstos se llevaban a cabo cada año junto con una gran feria. 

 Cada año, la Liga elegía un jefe que al principio recibía el título de rex (rey) y que más tarde, durante el período republicano, se cambió por el de sacerdos (sum o sacerdote). Bajo el Imperio romano aparecieron unos curiosos personajes que actuaban como magistrados federales y que recibían el nombre de praetor o aedilis de las quince naciones que integraban Etruria

 Eso era sin duda una vuelta a un pasado ya extinto. 

 Los lazos federales de los etruscos, carecieron, sin duda alguna, de la solidez que se les ha atribuido. El patriotismo local sólo permitía una unión muy lasa que era insuficiente para salvaguardar el destino de su imperio.

 

  La civilización etrusca se formó en colaboración con las otras naciones de la Italia central, y la evolución política parece haber seguido un proceso similar. 

 La Toscana, la Umbría, el Lacio y Roma pasaron por crisis similares y aproximadamente en la misma época y las soluciones que se elaboraron en los diferentes países arrojan luz sobre cada una de ellas. 

 En sus comienzos el régimen las ciudades etruscas fue una monarquía, de la cual la casa real romana de los Tarquinos es un ejemplo muy interesante.

  Como se ha dicho, los historiadores de Roma han guardado para nosotros un informe exacto de sus insignias, títulos y poderes, que eran idénticos en las urbes y en los reinos etruscos. 

 A fines del siglo VI, Etruria, como los restantes pueblos itálicos, sufrió una crisis constitucional. 

 La monarquía dejó paso a la república; el rey, a unos magistrados elegidos regularmente. 

 Las nuevas constituciones fueron esencialmente oligárquicas, con un mandato anual para los magistrados y un senado estable y poderoso. 

 Todos los poderes, por lo tanto, pasaron a manos de la oligarquía compuesta por los príncipes, los ciudadanos prominentes

 No obstante, los detalles de la organización interna se nos escapan. 

 

Clases sociales 

 La ordo principum, la clase aristocrática, controla los intereses de la comunidad y según parece delega parte del poder ejecutivo en uno de sus miembros, el primer ciudadano

Las inscripciones etruscas contienen numerosos títulos magistrales pero, por desgracia, es muy difícil, en la actualidad, definir su naturaleza y el lugar que ocupan en la jerarquía. Existe una gran controversia sobre la importancia relativa de tales cargos como zilath, purthne y maru. 

 Etruscos, el pueblo al que copió Roma

 

 Numerosas inscripciones etruscas, de fecha relativamente tardía, nos permiten reconocer y seguir las complicadas genealogías de las grandes familias. 

 Como en Roma, se las designa con un nombre —el nomen gentilicium— pero la gens Etrusca a menudo es un grupo familiar muy extenso y un cognomen caracteriza las diferentes ramas del tronco común
  Cada individuo tiene un primer nombre que sólo le pertenece a él. El sistema onomástico es, por lo tanto, idéntico al romano.

   Además de la clase privilegiada había una plebe, compuesta de hombres libres y esclavos, que llevaba una vida modesta y difícil.

 

  A partir del siglo VI  aparecieron una serie de inmigrantes griegos —artesanos y comerciantes— en las ciudades costeras. Caere, y más tarde Spina tuvieron colonias helénicas.

  Estos inmigrantes griegos tuvieron el mismo estatuto jurídico en la Toscana que los extranjeros en la Hélade. 

 Tanto en la ciudad como en el campo, la nobleza etrusca poseyó un gran número de esclavos, descendientes de las antiguas tribus de la Umbría y de los prisioneros de guerra. 

 

 

 Cuando Etruria empezó a tambalearse bajo los repetidos asaltos de Roma, las masas populares desafiaron a sus amos y en Volsinii se hicieron amos de la situación. 

 

  Tales revueltas de esclavos parecen ser la explosión de viejos odios. 

 

 En los frescos de Tarquinia un complejo mundo de esclavos, cantantes, danzarines y tocadores de flauta se mueven atareados alrededor de sus amos, que yacen descuidadamente sobre sus lechos de fiesta. Esos frescos nos hablan de una edad dorada, cuando la aristocracia toscana podía organizar elegantes y costosos convites. 

 Etruscos - Wikipedia, la enciclopedia libre

 

 Sin embargo, tales obras de arte no deben hacernos perder de vista otras sombrías realidades: la miseria y la opresión que eran el pan de cada día de aquellos que no pertenecían a la clase privilegiada o que no eran sus protegidos. 

 Economía

 Desgraciadamente, tales textos y monumentos que podrían informarnos sobre la vida económica de Etruria, son bastante escasos y además sólo hasta hace poco se ha empezado a investigar en este campo. Un importante pasaje en Livio  indica la naturaleza de la producción etrusca hacia fines del siglo I a. J. C. Según parece, las diferentes ciudades de la Toscana proseguían por aquel entonces, aunque a un ritmo más lento, la explotación de las riquezas ya que la había hecho prósperas en fecha más temprana. 

 En el año 205, Escipión el Africano estaba preparando la gran expedición que había de permitirle desembarcar en África y arreglar las cuentas pendientes con Cartago de una vez para siempre. El Senado le autorizó a aceptar todo lo que los aliados de Roma pudiesen facilitarle para la puesta a punto de su  ilota.

  He aquí la lista de lo que las ciudades etruscas ofrecieron al general romano: 

 «Populonia, hierro; Volterra, maíz y aparejos para los barcos; Arezzo, tres mil escudos, un número parecido de yelmos, jabalinas y largas lanzas romanas o galas, un total de cincuenta mil hachas, picas, guadañas, carcajes y remos como para equipar cuarenta grandes barcos, 35 hectolitros de trigo y suministros para los decuriones y remeros; Perugia, Chiusi y Rusellae entregaron madera de pino para la construcción de los barcos y grandes cantidades de trigo».

 Joyería de oro etrusca

  Esta detallada lista indica que determinados distritos —tales como Caere, Chiusi, Perugia— se dedicaban preferentemente a la agricultura o a la explotación de los grandes bosques de los macizos toscanos. Populonia, por otra parte, era un centro de trabajo del hierro y Arezzo una gran ciudad industrial. 

 En realidad, toda la parte norte de Etruria era un área minera y seguramente jugó un papel muy im portante en la economía del país desde los tiempos más antiguos. 

 Las colinas metalíferas situadas en territorio Vetuloniano, los ricos depósitos de la isla de Elba, de los cuales los habitantes de Populonia se habían apoderado, fueron explotados en forma intensiva desde el siglo V a.C.  en adelante e inmediatamente se convirtieron ambos en fuente de  gran riqueza. 

 La actividad metalúrgica de los etruscos fue la  más intensa de todo el M editerráneo central. 

 El hierro y el cobre de que disponían en aquel entonces les permitió forjar armas muy sólidas y la superior calidad de su armamento les facilitó sus guerras de expansión y de conquista. 

 Con el hierro y el cobre fabricaron asimismo instrumentos y herramientas para el cultivo del campo y todo género de utensilios domésticos y de objetos decorativos para el interior de sus casas. 

 Bisenzio, junto al Lago de Bolsena, era un im portante centro del trabajo de los metales en los tiempos antiguos. 

 Perugia poseía famosos talleres que producían trípodes y objetos de bronce y hierro forjado. 

 Vulci tenía mucha fama gracias a sus trípodes en bronce, sus candelabros y sus armas. 

 

 La extraordinaria envergadura de ese trabajo —extracción y fundición de metales y luego, tras las operaciones preliminares, el trabajo en sí de los metales —está claramente demostrada por las pilas de escoria que aún pueden verse en diferentes lugares del campo alrededor de Populonia.

  Debido a que el sistema de fundición en los tiempos antiguos no conseguía extraer del mineral todo el metal utilizable, determinadas compañías de hoy en día han considerado que valía la pena aprovechar la escoria. 

 Y por esto el viajero que pasa por la Toscana se ve sorprendido por la presencia de excavadoras que cargan con esas inmensas masas de escoria que datan de los tiempos antiguos. 

 La im portancia de esa industria arroja luz sobre muchos puntos históricos. 

 Explica en gran parte las constantes amenazas de los griegos a la costa norte de la Toscana y la rapidez de la expansión etrusca en los siglos VII y VI a.C. 

 

 El comercio interno y externo se beneficiaron de lo que en aquellos tiempos constituía un dinero sin posible competencia —los metales en bruto o forjados—.

  Se entablaron una serie de provechosos negocios entre los marinos y los comerciantes etruscos por una parte y los fenicios, y más tarde los cartagineses, por otra. 

 A cambio de minerales y sin duda de algunos productos agrícolas, los fenicios y los cartagineses dieron telas, marfiles y objetos de vidrio

 Por otra parte las relaciones con la Italia meridional, Sicilia y la misma Grecia fueron muy activas. Los atenienses tenían en gran estima los bronces etruscos, y las excavaciones que se han llevado a cabo en la Acrópolis han sacado a la luz un fragmento de trípode que sin duda procede de Vulci.

  Este comercio con el exterior debió alcanzar su punto álgido en el siglo VII a.C  y principalmente en el VI  

 Fue entonces cuando los etruscos ricos adquirieron la costumbre de depositar junto a sus muertos gran número de vasos importados de Grecia y, en particular, de Atenas. 

 

 La cerámica etrusca nunca llegó a la belleza y al acabado de la griega y de ahí la gran afición de los aristócratas etruscos por los productos de los ceramistas helénicos.

  Sin embargo, en el período arcaico, Etruria produjo en gran escala un tipo de cerámica, fácilmente reconocible por su decoración, en ocasiones grabada y en otras en relieve y por su color negro uniforme. Esta cerámica, llamada bucchero por los italianos, se la encuentra bajo diferentes formas que a menudo son muy elegantes; ejemplos característicos de la misma son  vasos y copas de vino. 

  Era muy estimada en la Galia, España y diferentes partes de la Europa Central.

  En la actualidad se encuentra cerámica bucchero en las excavaciones que se llevan a cabo desde África a Inglaterra. 

  La detallada clasificación de la misma facilita importante información sobre las rutas que siguieron los m ercaderes etruscos.

 

  Vida privada y costumbres 

  La sicología y el espíritu de un pueblo en ninguna parte se expresan de forma más directa y libre que en las costumbres de la vida cotidiana. 

 Por eso al intentar com prender la mentalidad de pueblos exóticos o ya extintos sentimos un gran interés en conocer sus vidas privadas. 

 En este punto la pérdida de la literatura etrusca resulta de nuevo irreparable. 

 No podemos encontrar un retrato más auténtico y detallado de los hombres y de las sociedades que el que nos ofrecen las comedias, las sátiras y las obras morales, cuya intención primordial es describirlos y mostrar todos sus errores y locuras

  Si los griegos y los romanos nos parecen a menudo tan próximos a nosotros se debe a que su literatura, por mutilada que esté, les hace revivir ante nuestros ojos con todas sus cualidades y defectos, con sus temore y esperanzas. P

 Afortunadamente para Etruria, hay algo que palia en lo posible la terrible pérdida de sus escritos. Los objetos que se encuentran en sus necrópolis y en sus tumbas nos dan un retrato fiel y exacto de la personalidad de la vida etrusca y de sus raíces más profundas. 

 

 La gran importancia que atribuyeron al destino del hombre más allá de la tumba y su creencia en una oscura vida de ultratumba semejante a la terrena, hizo que los etruscos construyeran viviendas subterráneas donde enterrar a sus muertos: viviendas que eran copias fidedignas de aquellas en las que habían pasado sus vidas.

  La única diferencia estriba en la solidez y permanencia de esos sombríos edificios. 

 Los etruscos, si bien construyeron sus casas con materiales poco sólidos que no han podido resistir los embates del tiempo o el paso de los hombres, en cambio excavaron sus hipogeos en la roca o los edificaron con bloques de piedra que han soportado todos los asaltos.
Por eso han perdurado fácilmente a través de los siglos y guardando en su impenetrable interior los vasos, armas, joyas y objetos de todas clases depositados junto al muerto para que le acompañasen en la otra vida. 

 Todo este material fue descubierto en un extraordinario estado de conservación, ya que una vez la tumba había sido cerrada, ni el aire ni la humedad podían penetrar en ella. 

 Gracias a ello hoy en día podemos observar los objetos de carácter doméstico utilizados en una casa etrusca. 

 Sólo han desaparecido los materiales poco sólidos como la tela, la piel y la mayor parte de la madera; para preservarlos hubiese sido preciso un clima tan caliente y seco como el de Egipto.

  Algunos de sus monumentos funerarios —en particular los frescos murales y los bajorrelieves— consiguen introducir un hálito de vida en nuestro material

 

 Porque los etruscos no contentos con proveer a sus muertos con todo aquello que pudiesen necesitar en la otra vida, les rodearon de pinturas de banquetes, de danzas y juegos, en los cuales habían tomado parte en el curso de su existencia y que a todas luces esperaban encontrar en el reino de Hades. 

 Las finalidades de esas asombrosas pinturas no era puramente la de evocar el pasado. 

 Sin duda para la m entalidad etrusca, una vez se había cerrado la tumba, las escenas, obedeciendo un proceso mágico, se hacían vida y formaban el medio ambiente de la nueva existencia que esperaba al difunto. Por eso, las pinturas funerarias y las esculturas nos introducen en el corazón de la vida diaria de un pueblo que se muestra en ellas como era en realidad en todas sus ocupaciones diarias.

  No se puede poner en duda la fidelidad de los artistas que reprodujeron en estuco o en piedra las escenas que tenían ante sus ojos. En sus creaciones abundan un gran número de detalles concretos; todos ellos vibran con el profundo sentido de la vida auténtica. 

 El visitante que penetra en las cámaras subterráneas de Tarquinia se ve agradablemente sorprendido por el sentido de libertad y alegría que emana de esas antiguas pinturas. 

 Los hombres y las mujeres yacen reclinados unos al lado de los otros sobre sus lechos de banquete, divirtiéndose alegremente, rodeados de esclavos atareados y de danzarines, varones y hembras, que parecen estar poseídos de un ritmo demoniaco. 

 Los diferentes episodios de una existencia feliz y sin trabas de ninguna clase se suceden unos a otros sobre las húmedas paredes de esos sombríos sepulcros. 

 La vida de los aristócratas etruscos debió discurrir por el camino de los lujos y de los placeres tal como aparece en las pinturas. Quizá los antiguos escritores tenían razón al afirmar que la causa de la rápida decadencia del imperio etrusco se debió a la fácil y regalada existencia que llevaban los aristócratas. 

 «Dos veces al día —escribe Diodoro Siculos —, se ponen suntuosas mesas y todo lo que colocan sobre ella es de un lujo exagerado, flores, manteles y numerosos vasos de plata de variadas formas; el número de esclavos que cuida del servicio es bastante crecido. Entre ellos los hay que destacan por su belleza y otros por el lujo de sus vestidos.»

 Las mujeres etruscas. Familia, lujo y poder.

  La esposa toma parte en las fiestas y en los banquetes en un plan de completa igualdad con su marido; ya hemos hablado de la privilegiada posición que ocupaba la mujer en la sociedad etrusca, y de qué forma contrasta con el estado de inferioridad e incluso de reclusión de la mujer griega, que duró hasta los tiempos helenísticos. 

 Los griegos, y también los romanos, consideraron tal actitud como un escándalo y no dejaron de criticar la supuesta inmoralidad de los etruscos.

  Pero en este tema es difícil saber dónde empieza la verdad y dónde da principio la incomprensión de una civilización extranjera y a menudo hostil. 

 Dos historiadores griegos, ambos del siglo Iv a. C., repiten esas observaciones burlonas u hostiles. 

 

Según Timaeo, entre los etruscos había la costumbre de que les sirviesen a la mesa criados desnudos. Según Theopompo, sus mujeres se entregaban indiferentemente al primer recién llegado y nunca estaban muy seguras de quién era el padre de sus hijos. 

 Plauto, a su vez, afirma en la Cistellaria que las jóvenes etruscas se hacían una dote entregándose abiertamente a la prostitución. 

 Ésa es una costum bre que Herodoto atribuye a las jóvenes de Lidia 

 El paralelo es sorprendente. Se ha sugerido que el origen etrusco de los lidios, generalmente aceptado en la antigüedad, pudo inducir al escritor latino a vilipendiar a los nuevos enemigos de Roma con esta costumbre. 

 Sin embargo, esta ingeniosa hipótesis no ha podido ser probada.

  En los frescos y en los bajorrelieves los hombres, en el período arcaico, aparecen con mucha frecuencia medio desnudos. Llevan sólo una especie de falda bordada. 

 Hay Los Etruscos  pruebas de una semi-desnudez entre los varones, durante este período, en muchos países mediterráneos. Sin embargo, los etruscos adoptaron, siguiendo la moda griega, una especie de túnica corta llamada chiton, de colores muy vivos. Para protegerse del frío utilizaban el tebennos, una capa; en ocasiones esa capa estaba bordada o pintada y es el antecedente inmediato de la toga romana. 

 

  Las mujeres se vestían con una túnica fabricada con un material ligero y lleno de pliegues que les llegaba hasta los pies. Por encima de la túnica llevaban una capa de tejido espeso dé variados colores. Según parece, les gustaban mucho los bordados. 

 Tanto a los hombres como a las mujeres les encantaban los zapatos lujosos. 

 Los zapatos etruscos fueron muy famosos en la antigua Italia. Estaban hechos de piel o material bordado. Eran de forma alargada, muy altos por la parte trasera y curvados por delante. Se les llamaba calcei repandi y eran de origen oriental.

  Las excavaciones han sacado a la luz tam bién las sandalias más comunes

 

 . Las estatuillas arcaicas muestran un peinado en forma cónica —una especie de cofia de material bordado que lo llevaban tanto los hombres como las mujeres. Era conocido con el nombre de tutulus y la moda procedía tam ­ bién de oriente.

  Los habitantes de las regiones frías de la llanura del Po se tocaban con un sombrero de ancha ala que, según parece, en la Toscana sólo lo llevaban los criados y los esclavos. 

  La moda en el peinado, como es natural, varió mucho en el transcurso de los siglos. En los tiempos más antiguos los hombres llevaban barba y el cabello muy largo, en ocasiones hasta los hombros. Alrededor del siglo V los jóvenes llevan cabello corto, a imitación de los efebos griegos, y siempre van afeitados.

  En los sarcófragos arcaicos las mujeres lucen cabello largo, recogido o rizado sobre el cuello y los hombros. Un poco más tarde el cabello cae libremente en forma de rizos, sobre ambos lados de la cara. En el siglo V el cabello va peinado en trenzas; en el sigloIV de nuevo los rizos enmarcan la cara. 

 En los últimos tiempos la moda griega del moño fue adoptada en Etruria. 

 Durante todos estos cambios de moda, el peinado de los etruscos siempre da pruebas de un gran refinamiento y elegancia. Los frescos parecen indicar que durante el siglo v a las m ujeres les gustaba teñirse el cabello de rubio. 

 Las joyas siem pre jugaron un papel muy im portante en el atavío etrusco. 

 En el período arcaico, el virtuosismo técnico de orfebres y plateros les capacitó para crear joyas de una gran suntuosidad. 

 Algunas de sus obras, de factura un tanto tosca, eran para uso funerario. 

 Por otra parte, la mayoría de sus trabajos sirvieron para hermosear la existencia antes de ser depositados junto al muerto como presentes para la vida de ultratumba.

 

  La originalidad de las joyas etruscas estriba, por encima de todo, en la extraordinaria realización técnica, sobre la cual hemos de volver dentro de poco. 

 Las grandes señoras, como es natural, gustaban de lucir los más refinados productos de este arte tan delicado, tales como imperdibles, diademas, brazaletes, pendientes y anillos. En determinados períodos, que corresponden a épocas muy antiguas o muy tardías, este despliegue de lujo fue excesivo y un tanto bárbaro. Durante esos períodos, las señoras no vacilaban en acumular los más ricos productos de una refinada artesanía. 

 Pero en el siglo VI, la edad de oro de Etruria, el buen gusto corre parejas con la belleza del arte. En las tumbas toscanas se han encontrado numerosas cajas de cosméticos y espátulas para aplicarlos. Esos objetos estaban colocados en deliciosos cofres de bronce que constituían los joyeros de la aristocracia. 

 Los etruscos tenían fama de haber hecho considerables progresos en el arte de los filtros y medicinas. Seguramente también se ocuparon activamente en la preparación de cosméticos y tintes para el cabello, que las m ujeres valoraban tanto y que utilizaban para conservar su belleza. 

 A pesar de la pobreza de datos que tenemos a nuestra disposición, podemos suponer que el arte de la farmacopea y de la medicina estaba muy extendido en la Toscana. 

 Los hijos de la maga Circe, tan experta en el terrible arte de preparar filtros, llegaron a ser príncipes etruscos —al menos, esto es lo que Hesiodo dice en el verso 1014 de su Teogonia—. 

 Otros autores griegos ponen énfasis en la reputación de que gozaba la Toscana en el arte de preparar medicamentos.

  Tal alabanza en boca de los griegos, que habían hecho grandes avances en medicina, es altamente significativa.

  La afición del etrusco a una vida física muy libre y muy activa estuvo complementada por una hábil investigación en el campo de los medicamentos a fin de curar el dolor y la enfermedad. 

 En una época en la cual el arte de la medicina era esencialmente pragmático debieron sentirse muy satisfechos de utilizar las curas que ofrecía la misma naturaleza en forma de fuentes termales.

  Estas fuentes aún son los principales centros de salud de la Toscana

 

 Muchos autores romanos hacen mención de las aguas medicinales —las fontes Clusini que deben identificarse sin ningún género de dudas con las aún fa mosas aguas de Chianciano; las Aquae Populoniae que quizás sean los baños de Caldana, cerca de Campiglia Marittima, y muchas otras estaciones termales tan aprecia das por los romanos.-

 Los etruscos se anticiparon a los ro manos en el uso medicinal de las aguas termales de su país. Sin duda debido a esto ganaron fama de hábiles médicos. 

 No sabemos nada de la cirugía etrusca. 

 Por otra parte, las excavaciones nos han suministrado pruebas de su habilidad en el cuidado y protección de los dientes.

  Los esqueletos hallados en las tumbas de Tarquinia, en Capodimonte, junto al Lago de Bolsena, y en Civita Castellana, muestran dientes con coronas y puentes; ambos aparatos son de oro y muy finos, prueba irrefutable de la gran habilidad de los orfebres toscanos. 

 Esta costumbre debió pasar a Roma bajo el reinado de los Tarquinos.

  Las leyes de las Doce Tablas, que datan de la mitad del siglo v y sólo son posteriores en cincuenta años a la expulsión de los Tarquinos, prohíben de forma específica que se deposite oro en las tumbas —a excepción del utilizado en la colocación de un puente en los dientes del muerto. Esto es una clara indicación del grado de refinamiento alcanzado por la civilización ctrusca. 

 

  La música, la canción y los juegos constituían los pasatiempos preferidos de los nobles y de sus esposas

 Muchas indicaciones confirman el entusiasmo de los etruscos por la música.

  Predominaba un instrumento, la flauta doble, cuya aguda voz era el acompañamiento indispensable en las ceremonias religiosas y en las diferentes actividades de la vida privada.

  Según los escritores griegos la fabricación del pan, los combates de lucha e incluso el castigo por azotes eran realizados bajo el agudo sonido de la flauta. 

 Esto está confirmado por ciertos frescos, como los existentes en la tumba de los Vellii, descubierta cerca de Orvieto. Allí aparece un flautista tocando su instrumento mientras un panadero mezcla la pasta. 

  Según una curiosa historia que narra Aelien, un retórico griego de la época, los cazadores etruscos utilizaban el mágico poder de la música en los animales. 

 He aquí un curioso pasaje de su Historia de tos Animales (XII, 46): 

 

 «Según tenemos entendido los etruscos cazan al verraco y al ciervo mediante redes y perros, lo acostumbrando, y además con la ayuda de la música, lo cual ya cae fuera de lo corriente. Así es como lo hacen. Por todos lados plantan redes y otros instrumentos de caza para colocar trampas para los animales. Un hábil flautista toma posición y empieza a tocar la más pura y melodiosa de las armonías. Interpreta los aires más dulces que la flauta es capaz de producir. En medio del silencio y de la calma el sonido llega fácilmente a los picos de las colinas, a los valles y a los bosques, y se abre paso hasta las madrigueras de los animales. Cuando la música llega a sus oídos, al principio se extrañan y sienten miedo, pero luego se sienten subyugados por el irresistible placer de la música y, fuera de sí, olvidan sus crías y sus madrigueras. A pesar de que a los animales no les gusta alejarse de sus viviendas se ven forzados, como si algún encanto les aproximase y el poder de la melodía les hace caer en las redes, víctimas de la música.» 

 

El flautista —o para llamarle por su nombre latino, que deriva del etrusco, el subulo— parece, en consecuencia, haber ejercido un extraño poder no sólo sobre el hombre sino también sobre el reino animal. Su fama traspasó las fronteras. Grecia y Roma jamás ocultaron la admiración que sentían por él.

  Esta afición por la doble flauta quizás sea de origen oriental. En Lidia y Frigia, la flauta era tam bién el instrumento musical preferido y acompañaba las escenas de carácter orgiástico y religioso. 

 La trompeta, asimismo, parece haber gozado de gran predicamento entre los etruscos. Era de forma curva y tenía una nota muy penetrante. 

 Los instrumentos de cuerda, tales como la lira, que también aparece representada en los frescos de Tarquinia, debieron suavizar la estridente voz de las flautas y las fanfarras de las trompetas con sus tonos más dulces y nobles. 

 

 Al sonido de la música, los cantantes y los bailarines animaban las fiestas y asimismo jugaban un papel im portante en las ceremonias religiosas y en los juegos funerarios en honor del muerto. 

 En Etruria los juegos y los bailes, a semejanza de la mayoría de las otras civilizaciones, eran rituales tanto por su origen como por su carácter.

  La mism a Roma invitaba a los danzarines y a los bufones etruscos a que apaciguasen, mediante el ritmo de sus movimientos, a los dioses encolerizados que les habían enviado un terrible castigo: la plaga. 

 Según Livio, así sucedió en el año 364 antes de J.C. 

 

 «Según se dice, entre otros métodos para apaciguar la ira divina se inventaron nuevos espectáculos que constituían una novedad para una nación guerrera que hasta aquella fecha sólo había conocido juegos de circo. Saltimbanquis procedentes de E truria, bailando al son de la flauta, ejecutaron, según el gusto toscano, ciertos movimientos que no carecían de gracia; pero ellos no les acompañaron ni con canciones ni con gestos.» 

 Esos eran, por lo tanto, danzarines y bufones, a los cuales los romanos les llamaron histriones, una palabra que pasó de la lengua etrusca a la latina.

  Los guerreros de Etruria, desde tiempos muy antiguos, practicaban una danza guerrera que tenía un valor religioso y mágico a la vez, y que no era un entreno para el combate. Su objetivo estribaba en atraer la atención y la buena voluntad de los dioses de la guerra.

 

  En los frescos y en los bajorrelieves esculpidos, vemos una serie de hombres armados y con casco ejecutando los pasos de una danza rítmica y golpeando sus lanzas sobre los escudos. Esa danza pírrica recuerda los bailes que, a lo largo de la historia de Roma, los Salii, sacerdotes guerreros, llevaban a cabo en honor de Marte. 

 No se puede excluir la posibilidad de que esos sacerdotes fueran de origen etrusco, de Veii, una ciudad cercana a Roma; eso, al menos, es lo que Servio afirma en su comentario sobre la Eneida. 

 Los griegos otorgaron a la gimnasia y al atletismo un papel de primera im portancia en la educación. Vieron en ambos la mejor garantía de que el cuerpo humano conseguiría una armoniosa perfección, y estaban firmemente convencidos de que la belleza física y la distinción del cerebro y del espíritu estaban estrecham ente relacionadas. 

 En Etruria, según parece, los juegos carecieron de este elevado carácter moral. Los espejos y las pinturas nos ofrecen el espectáculo de deportes de competición y de juegos ecuestres. La cría de caballos era muy apreciada entre los etruscos que por lo general podían vanagloriarse de ser jinetes hábiles y experimentados. 

 Pero ciertos espectáculos son de naturaleza más sangrienta y cruel. En los frescos de la tumba de los augures, en Tarquinia, aparece, junto con un par de luchadores, una figura enmascarada llamada Phersu quien azuza a un enorme sabueso Molossan contra un hombre cuya cabeza está cubierta por un saco. El desgraciado individuo se esfuerza en m antener alejada a la bestia con la ayuda de un palo. Ese extraño duelo debía terminar inevitablemente con la muerte de uno de los dos contendientes. 

 O bien el hombre del saco terminaba destrozado por el animal o bien, si conseguía matarlo con el palo, entonces era Phersu el que corría un grave peligro. 

 Roma importó las crueles peleas de gladiadores de la Toscana,, o bien de forma directa —como afirma Nicolás de Damasco, un historiador de la época de Augusto— o bien a través de la Campania. 

Para Roma, esos juegos en el anfiteatro, que bajo la República y el Imperio habían de crear en las masas una pasión enfermiza y nunca satisfecha, fueron en verdad una terrible herencia. 

 En último análisis esos espectáculos derivan de los juegos funerales de Etruria, en el curso de los cuales se llevaban a cabo combates a muerte entre adversarios en honor del difunto. La sangre del vencido, derramada sobre el suelo, había de confortar y revivir al muerto que dada su debilidad —según el punto de vista de los antiguos— necesitaba sacrificios y ofrendas para restaurar parte de su prístino vigor. 

La sexualidad etrusca y espartana


 Los munera gladiatoria —los juegos de gladiadores— fueron introducidos en Roma por prim era vez en el año 264 antes de J.C. por el cónsul Decimos Junio Bruto en ocasión de los funerales de su padre. Pero en Roma el carácter funerario de estos combates inhumanos desapareció más tarde y la popularidad de los juegos, celebrados delante de una m ultitud (cuya eterna venganza será haber disfrutado ante la vista de la sangre humana), no conoció límites.

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 El complejo árbol de la evolución humana se está modificando casi constantemente. Los descubrimientos son cada vez mayores, sobre todo en la última década del siglo XX.  Ramidus, Anamensis, Anteccesor, Tumai... son algunos de las últimas incorporaciones.  Este esquema muestra la configuración de este árbol evolutivo de los homínidos según Arsuaga y Martínez (del Proyecto Atapuerca).  Homínidos somos todos los seres humanos actuales y todos los fósiles de nuestra propia línea evolutiva, desde que se produjo la separación con la línea del chimpancé, es decir, todas las especies que caminaron de forma erguida.  Como puede verse hay todavía interrogantes y lagunas que poco a poco se irán rellenando gracias a la paciencia, tesón y a la fortuna a la hora de encontrar algún resto que de más información.  

Reino de Bitinia (326-74 a.C)

 Bitinia fue un antiguo reino localizado al noroeste de Asia Menor y al suroeste del mar Negro, que desde la península de Calcedonia llegó a extenderse hasta Heraclea Póntica y Paflagonia, Misia y la Propóntide (actual mar de Mármara). Sus principales ciudades fueron Nicomedia, Nicea y Bursa. Nicomedia fue fundada en el año 264 a. C. por Nicomedes I y era la capital del territorio. . Según Heródoto y Jenofonte, los bitinios y los tinios, fundadores del país, eran tribus tracias, que crearon un estado independiente , antes de ser anexionado por Creso, rey de Lidia. Luego pasaron a dominio persa, siendo incluida Bitinia en la satrapía de Frigia. Creación del reino Alejandro Magno —durante la conquista de Persia y tras la batalla del Gránico — consiguió que se sometieran todas las ciudades griegas de la satrapía de Sparda (antiguo reino de Lidia). En esta región es donde se emplazarían los futuros reinos de Pérgamo y de Bitinia. Posteriormente, en el año 323 a. C. Alejandro murió y

LA REGIÓN VII DE LA ROMA DE AUGUSTO

  La capitulación de las ciudades etruscas y su ingreso forzado en la alianza con Roma marcó el inicio del último periodo de la historia etrusca. En la base del nuevo orden impuesto en Etruria estaban los vínculos federales derivados de los tratados. Estos tenían, según los casos, cláusulas especiales y diferentes, particularmente duras para las ciudades que más directamente se habían opuesto a Roma y habían luchado más y más duramente contra ella. En estas clausulas se incluía, entre otras cosas, la imposición de impuestos y el control de la administración pública. En general, los tratados exigían que todas las ciudades renunciaran a cualquier iniciativa política autónoma; así como reconocer a los amigos y aliados de Roma ya sus enemigos como propios; proporcionar a la propia Roma ayuda siempre que la pidiera, especialmente con motivo de guerras y con aporte de hombres y medios; coordinar todas sus actividades, incluidas las de carácter productivo y comercial, con los intereses roman